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Rajoy nos propone veranear en Numancia
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José Antonio Zarzalejos

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Rajoy nos propone veranear en Numancia

“Cualquier cosa a la que uno se resiste, persiste” (John Grinder)El Estado español tiene que hacer frente hasta fin de año a vencimientos de deuda por

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“Cualquier cosa a la que uno se resiste, persiste” (John Grinder)

El Estado español tiene que hacer frente hasta fin de año a vencimientos de deuda por un importe superior a los 40.000 millones de euros y, al parecer, hay caja para cumplir con ellos hasta el mes de octubre. Si preciso fuere -que lo será- habrá nuevas subastas que a un coste desmesurado colocarán bonos españoles, lo que elevará aún más la factura de los intereses que para este año es casi de 30.000 millones. El presidente del Gobierno, con estos datos, ha decidido esperar y resistir. Es decir, no solicitar ayuda alguna al fondo de rescate temporal, hasta -dice- no conocer todas las medidas “no convencionales” a que aludió Mario Draghi en su comparecencia del pasado jueves. Y en su caso, conocer la suerte del MEDE y el radio de sus facultades, dotación de ficha bancaria incluida.

Rajoy tampoco ha tomado la decisión de prorrogar o no la ayuda de los 420 euros a los parados sin subsidio, cuyo plazo vence el día 15 de este mes. Y el Consejo de Ministros, también ha aplazado la decisión sobre la reforma eléctrica pese a que la incertidumbre ha dejado el rating de las Compañías del sector al borde del bono basura. La espera como receta. Hay que esperar, sostiene el presidente del Gobierno, para tomar la decisión que corresponda con más conocimiento de causa (¿más aún?). Su propuesta consiste en que el Estado regrese a las brumas del año 133 a.C. y se refugie tras los muros de Numancia en la confianza de que la Unión Europea no envíe a un Publio Cornelio Escipión a cercar la virtual ciudad soriana que ha entrado en la conciencia popular como un ejemplo insuperable de resistencia. Bien es verdad que Roma arrasó la urbe y muchos de los numantinos se inmolaron antes que entregarse a las legiones senatoriales del imperio. Podría ser una metáfora de nuestro tiempo histórico, aunque con bastante menos épica de la que dotaron los numantinos a su gesta. El transcurso del tiempo en las crisis cursa como lenitivo cuando el enfermo dispone de recursos, pero agudiza los problemas cuando el paciente carece de ellos

El presidente del Gobierno está en su derecho -y en su obligación también- de adoptar las decisiones cuando crea que es conveniente hacerlo. Pero España no aguantará -y él mucho menos- ni un solo yerro más. Ha cometido demasiados en siete meses: con la fiscalidad directa primera, con el aplazamiento de los Presupuestos después, con el incremento del IVA más tarde y, sobre todo, con su clamorosa inacción en la reforma del modelo de Estado que sigue siendo la fisura por la que se le escapará toda la capacidad terapéutica de sus políticas. Si a la vuelta de unas semanas seguimos como estamos –o peor- y hay que acudir a Bruselas abriendo las puertas de la Numancia en la que Rajoy nos invita a pasar el verano, él deberá arrostrar las consecuencia del mal cálculo. El tiempo -que para el gallego siempre ha sido un instrumento político en sus por él recordados 31 años de trayectoria política- sirven para resistir, pero no para avanzar. Como decía el lingüista con cuya cita encabeza este comentario “cualquier cosa a la que uno se resiste, persiste”. No se ve de qué manera podría mejorar la situación en España y cuáles los beneficios de resistir.

Rajoy basó ayer la necesidad de esperar antes de adoptar decisión alguna en los “aspectos positivos” de la declaración del BCE. Puede que su hermenéutica de Draghi sea más acertada que la de otros, pero en todo caso, el italiano fió para largo las medidas no convencionales que estaría dispuesta adoptar la entidad sometida al Bundesbank de manera férrea. Esperar tras los muros de Numancia es una táctica para ganar tiempo, pero no una estrategia de amplio recorrido. El transcurso del tiempo en las crisis cursa como lenitivo cuando el enfermo dispone de recursos, pero agudiza los problemas cuando el paciente carece de ellos. El cóctel de datos negativos de nuestra economía, no ofrece expectativas. El rescate suave, parcial, aunque es verdad que estigmatiza, resolvería el ahogamiento financiero y comportaría una condicionalidad que, en parte, el Ejecutivo ya aplica.

Rajoy tiene derecho a errar y, así, jugarse la presidencia del Gobierno. Es exactamente lo que está haciendo, con el aliento del PSOE que abomina del rescate, no se sabe si por rechazo a una condicionalidad adicional -más ajustes-, o porque tiende así una trampa a Rajoy. Dante escribió que “errar es humano, pero persistir en el error es diabólico”. Rajoy ya ha errado. Falta saber si está persistiendo en el error de forma políticamente diabólica. Su crédito político y gestor está bajo mínimos. Goza en la Numancia de este estío de su última oportunidad. Por el bien de todo, y por su futuro político, ojala acierte. Se lo desean millones de sus votantes a los que tiene ya al borde de la exasperación. Más aún cuando ante el panorama que nos aqueja el gallego nos propone -no sangre, sudor y lágrimas como Churchill a los británicos- sino que nos encerremos en Numancia. Los británicos ganaron la guerra; los numantinos fueron pasados a cuchillo o se inmolaron. La diferencia parece sustancial. A veces, la historia se repite. Y, en general, lo hace para mal.

Mariano Rajoy