Es noticia
Un Gobierno indeciso y el estallido social
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

Un Gobierno indeciso y el estallido social

“Los planes difieren, los planificadores son todos iguales” (Frederic Bastiat) Quizás Mariano Rajoy se acoja al criterio de Anatole France según el cual “gobernar significa

“Los planes difieren, los planificadores son todos iguales” (Frederic Bastiat)

Quizás Mariano Rajoy se acoja al criterio de Anatole France según el cual “gobernar significa desconcertar”, pero estoy seguro que la mayoría entendemos la acción de gobierno como una permanente elección, tal y como propugnaba Pierre Mendes-France (“gobernar es elegir”). Un Gobierno que no toma decisiones a tiempo es un Ejecutivo indeciso que inocula una duda que corroe la confianza en sus capacidades: ¿no quiere, no puede o no sabe? Esta triple interrogación es la que se está formulando la mitad, al menos, de la ciudadanía ante el espectáculo inédito de un gabinete que tiene en vilo a miles y miles de españoles -entre 60.000 y 200.000, ni el propio Ministerio lo sabe con certeza- acerca de si cobrarán o no la subvención de 400 euros a partir del próximo día 15 de agosto, destinada a paliar la circunstancia de no percibir ningún tipo de subsidio. Una decisión que corresponde al Consejo de Ministros y que el Gobierno aplazó antes de irse de vacaciones, de las que regresará oficialmente el día 24 para celebrar una nueva sesión. Sencillamente: no es presentable, ni justo, ni denota previsión, que el Gobierno aplace una decisión de vital importancia para tantos hogares españoles aduciendo que desea modificar el llamado Plan Prepara que acoge esta ayuda cuando tiempo ha tenido para hacerlo el Ministerio de Empleo en coordinación con el de Hacienda. Si los resultados de ese plan no son satisfactorios y hay que reformularlo, ¿por qué se espera hasta el límite de su extinción generando una innecesaria tensión social?

placeholder

La política no puede ser ajena a los sentimientos de los ciudadanos. La zozobra, la ansiedad, incluso la angustia, son agitaciones emotivas que crean malestar en unos casos y destemplada ira en otros

La política no puede ser ajena a los sentimientos de los ciudadanos. La zozobra, la ansiedad, incluso la angustia, son agitaciones emotivas que crean malestar en unos casos y destemplada ira en otros. El Gobierno -especialmente el de Rajoy que se jactaba de su previsibilidad- ha de ofrecer certidumbres. En éste como en otros casos, no sólo no lo ha hecho, sino que ha agudizado el malestar social, de tal modo que cuando comunique la medida sobre la renta de inserción a los parados sin subsidios -como parece que hará, aunque con modificación de las condiciones para cobrarla sobre las actualmente vigentes- parecerá una decisión más arrancada por la presión social que libremente adoptada. En este tipo de episodios se visualiza cómo el Gobierno va detrás de los acontecimientos, en vez de liderarlos. Y si esto ocurre en relación con una partida que se llevaría más de 500 millones de euros, otro tanto cabe decir de asuntos tan distintos como la aplazada reforma eléctrica (¿reforma recaudatoria?), la petición sin formalizar aún a la UE de la primera remesa del rescate financiero por importe de 30.000 millones de euros para inyectar liquidez a entidades en dificultades y nada digamos sobre el planteamiento de la asistencia financiera de los fondos de rescate de la Unión para adquisición de deuda soberana. El Gobierno italiano ha reconocido que está negociando ya con Bruselas su ayuda para ganar tiempo al tiempo y obtener las mejores condiciones.

La indecisión, el aplazamiento como táctica, el esperar y ver, son formas de manejar los asuntos públicos incompatibles con el feísimo perfil de la coyuntura española y desconocen que la anticipación ayuda a controlar las reacciones sociales. La orfandad de discurso político que padece España de parte del Gobierno -tampoco lo aporta la oposición socialista- propicia un deterioro de la autoridad y del respeto a las leyes. El caso de Sánchez Gordillo y los asaltos a supermercados resultaría ilustrativo de la incredulidad sobre la efectiva aplicación de las leyes y, lo que es más grave, sobre el (buen) cálculo de los asaltantes de que el Gobierno -sea el andaluz, sea el central- resultaría absolutamente inocuo en su reacción. Y así ha sucedido. O, en otro orden de cosas, la situación en Cataluña que se deteriora a pasos agigantados sin que allí se produzca una efectiva presencia del Gobierno y una fluida interlocución con la Generalitat que observa la indiferencia de Rajoy más como una actitud displicente que como una referencia imprescindible.

El Gobierno del PP necesita urgentemente un replanteamiento en sus ritmos y modos de comportamiento y de decisión -también un cambio de alineación de titulares ministeriales- tras una lectura crítica y perspicaz de la encuesta del CIS correspondiente al mes de julio que le ofrece un panorama desolador en el que todos los vectores (calificación del presidente y sus ministros; prelación de las preocupaciones de los encuestados; confianza en las políticas que se están desplegando…) resultan abiertamente negativos. Los titubeos, la improvisación, los aplazamientos, las contradicciones, todo ese bagaje que definió el zapaterismo, se nos está, de nuevo, haciendo corpóreo con la gestión de este Gobierno indeciso que ha se ha desgastado tan precozmente porque las expectativas que suscitó fueron demasiado elevadas. Ya no son esperables giros copernicanos, ni radicales mudanzas de estilos o actitudes. Bastaría, simplemente, que el Gobierno hiciera aseadamente sus deberes y no los atrasase porque al hacerlo contribuye a que el clima social se torne más agrio y comience a acariciar propósitos que lindan peligrosamente con eso que algunos ya denominan “estallido social”. Prácticamente anunciado por los sociólogos Juan José Toharia y José Pablo Ferrandiz en su estudio España 2010. Un informe sociológico, que leído hoy resulta de una actualidad plena y de una proximidad a los acontecimiento casi sobrecogedora. 

“Los planes difieren, los planificadores son todos iguales” (Frederic Bastiat)