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Rajoy en TVE: no informa, pero siente y padece
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José Antonio Zarzalejos

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Rajoy en TVE: no informa, pero siente y padece

Un plató esquemático, cinco buenos periodistas con poco tiempo para preguntar bien moderados por la siempre segura y profesional María Casado y un presidente del Gobierno,

Un plató esquemático, cinco buenos periodistas con poco tiempo para preguntar bien moderados por la siempre segura y profesional María Casado y un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy que se enfrentaba a su primera entrevista en TV, en unos días en los que Passos Coelho (el viernes), en Portugal, anunció un recorte salarial dramático y François Hollande (domingo) comunicó a los franceses un plan de ajuste de más de 30.000 millones. Ambos por televisión. El jefe del Ejecutivo español, además, competía con el ardoroso, pero confuso y contradictorio, discurso institucional de Artur Mas con motivo de la celebración, hoy, de la Diana nacional de Cataluña (“Nunca estuvo más cerca de su plenitud nacional”, dijo), la más independentista de cuantas puedan recordarse en democracia.

 En ese entorno de impactantes apariciones televisivas, ¿dijo o sugirió algo Rajoy diferente a lo que haya dicho o sugerido con anterioridad? No especialmente, salvo dar noticia de una reunión de la Conferencia de Presidentes en octubre, más imposición fiscal a las plusvalías, el establecimiento de impuestos “verdes” y permitirse la licencia de comparar la manifestación de hoy en Barcelona con una “algarabía”. O sea, que la aportación informativa del Presidente no fue relevante. Abundó en lo sabido, fue humilde, demostró que es hombre coloquial y moderado y que se muestra celosísimo de sus competencias para ejercerlas con hermético personalismo. Ese Rajoy ya lo teníamos descontado.

¿Demostró ayer Rajoy alguna capacidad que no conociésemos? Quizás sí. Que siente y padece. Por lo demás, la pobreza del contenido informativo en sus respuestas tiene que ver con su aversión a la comunicación como gestión del conocimiento de la sociedad y con el reparo hacia los profesionales de la información.Pero sí aportó ayer el Jefe del Gobierno una novedad: pareció entender a qué claves comunicacionales responde la televisión -nada que ver con una rueda de prensa y, mucho menos, con una entrevista en un medio escrito- en la que ha de transmitirse emociones, pulsiones, gesticulaciones… de tal manera que la imagen y la composición visual se impone sobre el mensaje de fondo. Vimos ayer un Rajoy que se entregó a su discurso aportándole una cierta hondura sentimental, un tono de sinceridad -incluso cuando reconocía sus contradicciones- que sin llegar a la disculpa trataba de alcanzar la fibra de la comprensión ciudadana. No era un Rajoy que restallase, que sorprendiese, que mutase. Era el mismo, pero ofreciendo la sensación de que en vez de horchata por sus venas y arterias corría sangre. Hubo momentos de vehemencia verbal; otras de abundancia gestual y no faltaron leves impertinencias a los periodistas para mantener la distancia que no perdió en momento alguno.

No es poco -aunque tampoco sea demasiado- que el presidente haya dado la impresión de que entiende que hay una comunicación televisiva que remite a las impresiones antes -o a la vez- que a las informaciones.  Le acompañó hasta el terno en un azul que daba bien para un hombre que se ha desprendido de una docena larga de kilos. ¿Demostró ayer Rajoy alguna capacidad que no conociésemos? Quizás sí. Que siente y padece. Por lo demás, la pobreza del contenido informativo en sus respuestas tiene que ver con la aversión que el gallego demuestra a la comunicación como gestión del conocimiento de la sociedad y con el reparo (¿insuperable?) hacia los profesionales de la información. Por lo demás, el presidente no es adusto, pero adopta sus decisiones con una reivindicación permanente de su condición ejecutiva, desconociendo que explicarlas forma parte del éxito -o del fracaso- de una gestión.

Creo que, en cuanto al fondo, desaprovechó dos ocasiones: explicar con menos obviedades el caso Bolinaga (apeló a la piedad hacia el terrorista más que a la corrección de la decisión) y no remitió a Cataluña ni un solo mensaje en un momento clave para los catalanes y para todos los españoles. Ahí el presidente no calculó bien; banalizó, se refugió en lugares comunes e, incluso, no estuvo a la altura de la significación de los retos que las preguntas le planteaban. Dicho todo lo cual, un Rajoy con cierto expertise televisivo no deja de ser una novedad. Algo, centímetros, hemos avanzado en la lejanía sideral que media entre el presidente y la comunicación.


Un plató esquemático, cinco buenos periodistas con poco tiempo para preguntar bien moderados por la siempre segura y profesional María Casado y un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy que se enfrentaba a su primera entrevista en TV, en unos días en los que Passos Coelho (el viernes), en Portugal, anunció un recorte salarial dramático y François Hollande (domingo) comunicó a los franceses un plan de ajuste de más de 30.000 millones. Ambos por televisión. El jefe del Ejecutivo español, además, competía con el ardoroso, pero confuso y contradictorio, discurso institucional de Artur Mas con motivo de la celebración, hoy, de la Diana nacional de Cataluña (“Nunca estuvo más cerca de su plenitud nacional”, dijo), la más independentista de cuantas puedan recordarse en democracia.

Mariano Rajoy