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Barack Obama, como un Eisenhower para España
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José Antonio Zarzalejos

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Barack Obama, como un Eisenhower para España

El primer martes después del primer lunes del mes de noviembre. Una tradición centenaria de votar después de la recogida de las cosechas y fuera de

El primer martes después del primer lunes del mes de noviembre. Una tradición centenaria de votar después de la recogida de las cosechas y fuera de los fines de semana cuando había mercado. La democracia más grande del mundo por número de población no solo eligió esta madrugada al presidente de Estados Unidos sino también a un tercio del senado federal, la cámara de representantes al completo, legisladores estatales, gobernadores, enmiendas a las constituciones estatales y nuevas leyes. En el estado de Florida la papeleta tenía 10 páginas.

Los resultados en los Estados indecisos de New Hampshire, Virginia, North Carolina (todos en la costa Este) y Ohio han dado la victoria a Barack Obama. No estaba nada clara. Una de las tradiciones electorales más antiguas de los EEUU es que un pequeño pueblo de New Hampshire, llamado Dixville Notch, vote a las 12:01 de la noche del día de las elecciones, son sólo 10 residentes y los resultados se hacen públicos inmediatamente. Por primera vez en la historia los dos candidatos recibieron el mismo número de votos, cinco cada uno (para estupor de los reporteros presentes). Y Dixville Notch ha precedido los resultados electorales desde hace décadas.

H. White escritor de ‘TheMaking of the President 1960’ una de las obras políticas más importantes del siglo XX afirmaba que las elecciones presidenciales son la transferencia de poder más importante del mundo, no existe ningún proceso como este en todo el planeta. Mediante unas elecciones la primera economía mundial, el ejército más grande del mundo, el arsenal nuclear más potente cambian de jefatura por decisión de 50 estados y sus respectivas poblaciones.  El 20 de enero de 2013 el presidente electo jurará su cargo ante el presidente del Tribunal Supremo con la mano sobre la Biblia sostenida por su esposa. Se comprometerá a proteger, defender y cumplir la Constitución.

Ni España ni su Gobierno pueden olvidar que Obama ha estrechado lazos con la comunidad hispana, no sólo de palabra, sino también con hechos: el nombramiento de Sofía Sotomayor como magistrada vitalicia del Supremo fue en su momento un aldabonazo, lo mismo que los más de 60 cargos de la administración demócrata entregados a hispanos. Como se ha escrito ya en la prensa americana “el español es un idioma de trabajo en el ala oeste de la Casa Blanca”.

No hacía falta, sin embargo, disponer de los resultados definitivos para sostener que el actual presidente de los Estados Unidos ha sido el único –con la excepción de Dwight Eisenhower- en saber a ciencia cierta dónde está España situada en el mapa del planeta. Por eso, a nuestro país le convenía que Obama repitiese mandato en la Casa Blanca. Su afirmación según la cual “no podemos dejar que España se derrumbe” tiene muchas similitudes con el comportamiento de Ike Eisenhower cuando tomó tres decisiones sin las cuales España –pese al franquismo- hubiese quedado al margen de la comunidad de naciones. En 1953 el presidente norteamericano, ante el enconamiento de la Guerra Fría con la Unión Soviética y sus Estados satélites, suscribió el Pacto de Madrid, gracias al cual España ingresó dos años después en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Y para subrayar su política exterior en Europa, en 1959 se presentó en Madrid en una clamorosa visita que, además de consolidar el régimen de Franco –derivada inevitable de la apuesta confrontadora con la URSS-, permitió a España iniciar la etapa de la estabilización económica y de la primera liberalización.

Todos los demás presidente norteamericanos –Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo, éste con privilegiadas relaciones con José María Aznar- seguramente, insisto, no supieron a ciencia cierta dónde estaba España en el mapa (como sus conciudadanos, el 60% de los cuales no dispone de pasaporte) y trataron a la minoría hispana con un desdén que sólo ahora comienza a superarse con franqueza. Con matices –por ejemplo, los que impone el exilio cubano en Florida de inclinación históricamente republicana- Obama fue en 2008 y ha sido ahora el preferido de la mayoría de los 50 millones de hispanos en Estados Unidos, residentes en Estados claves para su reelección, de modo que su peso demográfico (el 16%) tiene una traducción electoral más elevada que su dimensión cuantitativa. Hace cuatro años, el 67% de los hispanos que emitieron su sufragio, lo hicieron por Obama. Habrá que estar al detalle de los resultados para saber si este porcentaje se ha mantenido.

Por otra parte, el empuje de los hispanos en el partido demócrata se puso de manifiesto, simbólicamente, en la encomienda a Julián Castro, alcalde de San Antonio, de abrir –y lo hizo brillantemente- la convención demócrata del pasado septiembre. La utilización del español por Obama y por su equipo ha sido mucho más profusa que la de Romneyy el suyo, pese a la potencia que también en el partido republicano están adquiriendo los hispanos con Marco Rubio, senador por Florida, a la cabeza de esa gran minoría. Ni España ni su gobierno pueden olvidar que Obama ha estrechado lazos con la comunidad hispana, no sólo de palabra, sino también con hechos: el nombramiento de Sofía Sotomayor como magistrada vitalicia del Tribunal Supremo, fue en su momento un aldabonazo, lo mismo que los más de 60 cargos de la administración demócrata entregados a hispanos, cuarenta de los cuales, por su importancia, han exigido ratificación del Senado. Como se ha escrito ya en la prensa americana “el español es un idioma de trabajo en el ala oeste de la Casa Blanca”.

Puede pensarse que este asunto es tangencial a España. En absoluto. Nuestro idioma y nuestra cultura son una salvaguarda de la identidad española, y un testimonio de su rastro histórico. Y a la vez un enorme potencial económico a través de las industrias culturales (si el Gobierno no se empeña en destruirlas con una fiscalidad desmesurada), susceptibles de dar contenido a ese vacuo concepto de la marca España. Pero quizás la hispanidad asumida de Obama no sea lo único decisivo para que España apueste por él: el presidente norteamericano contrabalancea las políticas de austeridad y ajuste de Alemania y trata de moderarlas, bien con los buenos y constantes oficios de su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, bien con la presión que ejerce sobre el Fondo Monetario Internacional. Evitar que “España se derrumbe” es una declaración que sintetiza la consciencia de Obama respecto de la periferia europea, un mercado interesante para los Estados Unidos y una región equilibradora ante un nuevo germanismo que se ve con recelo en la Casa Blanca pero también en la City londinense; un recelo en el que late un resabio acibarado de naturaleza histórica.

A mayor abundamiento, la política keynesiana de Obama está procurando volumen de negocio a muchas empresas españolas que han hecho generosas donaciones a su campaña electoral. Iberdrola, FCC, Indra, Acciona, ACS, Inditex, Mapfre, OHL, Banco Santander, Gamesa, BBVA, Ferrovial, Repsol y Grifols, entre otras, han penetrado en Estados Unidos en estos últimos años con notable fuerza. Y una política expansiva de gasto en infraestructuras -penosas en algunos Estados norteamericanos (lamentable experiencia la mía por las carreteras de California este mismo año y, en parte, también en Florida)- favorecerá a las compañías españolas punteras en tecnología energética (eólica, especialmente) y en la misma gestión y construcción de infraestructuras diversas. Ayer por la tarde, analistas de bancos de negocio formulaban recomendación de compra de acciones de esas compañías si el demócrata lograba la reelección. Es cierto que la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, que debe abordar de inmediato el  denominado abismo fiscal (un recorte de 470.000 millones de dólares), pondrá a prueba las capacidades negociadoras de Obama, pero aun así Romney implica tal cúmulo de incógnitas que se hace bueno el dicho español: los experimentos con gaseosa.

Por lo demás, estos tiempos convulsos precisan de un presidente experimentado, rodado ya en la Casa Blanca, curado de espantos y de ingenuidades (como la que cometió con Oriente Medio y países árabes), curtido en episodios difíciles (la muerte de Bin Laden en Pakistán o los trágicos acontecimientos en Libia, con el asesinato de su embajador estadounidense) y preparado para afrontar decisiones históricas si preciso fuere, como por ejemplo, darle cobertura a Israel si Irán persiste en su carrera armamentista nuclear y pone en peligro la última frontera de Occidente en aquella región.

En definitiva, Romney, el musculado Ryan y el Tea Party, deberán esperar a mejor ocasión. España y la UE necesitan contrapesos a Alemania, nuestra economía requiere de mercados que ofrezcan negocio a nuestras empresas y el idioma español a una administración norteamericana que sea sensible a las minorías y lea en ellas el futuro de su propio país. Por si fuera poco, resulta meridianamente claro que con Obama, la Casa Blanca ha dejado de considerar a América Latina, nuestra comunidad histórica, como el patio trasero, ese backyarden donde los norteamericanos tantas veces han vaciado sus bolsas de basura. Obama convenía a España, como en su momento le convino, por razones muy diferentes, el republicano Eisenhower.

Barack Obama Banco de España