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La caducidad tóxica del ministro-yogur
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José Antonio Zarzalejos

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La caducidad tóxica del ministro-yogur

“Usted, como los yogures, tiene fecha de caducidad; la creatividad no”. Esta frase, entre otras, fue la que le espetaron personalidades del cine a Montoro

Foto: José Manuel Soria y Cristóbal Montoro (Efe).
José Manuel Soria y Cristóbal Montoro (Efe).

Usted, como los yogures, tiene fecha de caducidad; la creatividad no”. Esta frase, entre otras, fue la que le espetaron personalidades del cine español al ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, después de que, en una de sus incontinencias verbales, atribuyese las dificultades de la cinematografía nacional a la “falta de calidad”. Esta reyerta verbal (sin precedentes) ocurrió en octubre. En diciembre, el ministro-yogur ha caducado, aunque es sabido que, por consejo del titular de Agricultura, Rajoy consume productos sobrepasados de fecha y, por lo tanto, mantiene a los ministros también pasados de vueltas y abrasados.

Montoro no debería estar en el Gobierno, pero lo está y lo seguirá estando arrastrando en su descrédito a su compañero de Industria (¡qué monumental escándalo la fallida reforma eléctrica!), al de Educación, Cultura y Turismo (léase la crónica de Peio H. Riaño El año en que la política dejó de temer a la cultura) y, casi, al de Economía y Competitividad que le ha aguantado algo mejor el pulso que los dos anteriores.

Los errores del ministro Montoro son tan obvios como para poder listarse:

1) Su mal conocimiento de las cuentas públicas obligó al Gobierno en diciembre de 2011, nueve días después de tomar posesión, a dictar un Real Decreto Ley con un salvaje incremento de los impuestos directos, obviando para más adelante el del IVA, a pesar de que el traspaso de poderes se dijo fue “modélico”.

Montoro no debería estar en el Gobierno, pero lo está y lo seguirá estando arrastrando en su descrédito a su compañero de Industria, al de Educación, Cultura y Turismo y, casi, al de Economía y Competitividad que le ha aguantado algo mejor el pulso que los dos anteriores

 2) Articuló una inmoral amnistía fiscal con resultados mediocres conforme a fórmulas jurídicas confusas que permitieron, seguramente, escapar a auténticos delincuentes. Conoceremos, quizás, la lista de morosos con la Hacienda Pública, pero no de los amnistiados.

 3) Ha reventado -sea con los informes sobre la infanta Cristina, sea por el caso Cemex- la Agencia Tributaria en la que dice haber descubierto “muchos socialistas”.

 4) Sostuvo recientemente en el Congreso y en el Senado que los sueldos subían y los impuestos bajaban ante la perplejidad general de parlamentarios y opinión pública cuando lo que sucede es todo lo contrario: brutal devaluación de rentas laborales que a la OCDE le parece todavía elevadas.

 5) Ha hecho fracasar la reforma eléctrica retirando, con nocturnidad y alevosía, una partida presupuestaria de 3.600 millones que hubiese evitado el incremento de la tarifa eléctrica y hecho remitir su déficit, todo ello debido a que calculó mal -como otras veces- las grandes magnitudes para atenerse al déficit comprometido con Bruselas. La consecuencia está ahí: el precio de la electricidad es en España de los más altos de Europa.

 6) El IVA de caja -abono del impuesto para autónomos y empresas con facturación por debajo de tres millones sólo cuando se haya cobrado sus productos o servicios- va camino de ser un fiasco colosal porque drena liquidez a las grandes empresas que no están por la labor de que sus proveedores les alteren su tesorería.

 7) Su reforma fiscal, pensada para 2014, es un puro artificio porque la crisis recaudatoria del Estado hace que el problema fundamental no sea de gasto sino de ingreso, hasta el punto de que nuestro diferencial en la recaudación de exacciones sea de entre 6 y 9 puntos menos del PIB en relación con los países de nuestro entorno, en términos relativos. Tampoco ha logrado disminuir el porcentaje de economía oculta o sumergida, que sigue en el entorno del 20%. Y Bruselas le exige en los próximos ejercicios un ajuste de 36.000 millones más.

Lo peor es su intolerable actitud arrogante que le lleva a la insolencia y la prepotencia, alardeando de conocimiento de datos fiscales a los que no debería acceder y mucho menos utilizar para fines distintos a los que prevé el ordenamiento jurídico y que le sirven para lanzar nada veladas amenazas a colectivos profesionales o sectores

8) Además de contaminar tóxicamente a José Manuel Soria al descabalarle la reforma eléctrica, con gravísimas consecuencias para el sector, para la industria de consumo masivo energético y grave daño a las economías domésticas, ha abrasado a Wert cargándose literalmente las industrias culturales españolas con la imposición del IVA en el 21% y al vetar la aprobación de la Ley de Mecenazgo, sin olvidar que ha desecado las subvenciones a todo tipo de instituciones culturales, museos y otras expresiones artísticas.

Seguramente, estos y otros errores -compensados por aciertos, que haberlos tiene que haberlos- no son lo peor de Montoro. Lo peor es su intolerable actitud arrogante que le lleva a la insolencia y la prepotencia, alardeando de conocimiento de datos fiscales a los que no debería acceder y mucho menos utilizar para fines distintos a los que prevé el ordenamiento jurídico y que le sirven para lanzar nada veladas amenazas a colectivos profesionales (periodistas, artistas) o sectores (medios de comunicación). El jueves pidió “perdón” en el Congreso al que se hubiese sentido “intimidado” por sus amenazas, disculpa muy de agradecer, pero ya increíble y tardía porque el ministro juega frívolamente a pirómano y bombero, como un Jekyll y mister Hyde patrio, y lo hace con una frecuencia pautada y dolosa, bien salpimentada de torpezas técnicas y políticas.

Una oratoria parlamentaria, en ocasiones balbuciente, otras chulesca, la más de las veces deficiente, hacen de Cristóbal Montoro el ministro que no es pero que quizá pudo ser de no haberle cegado la soberbia y la precipitación que ha contagiado -eso suele ocurrir con las personas tóxicas- al Gabinete. No se soporta a sí mismo (da esa impresión), ni soporta a los demás (críticos, se entiende), de manera tal que abordar una segunda parte de la legislatura con afanes de seducción con este hombre al frente de la Hacienda y responsable de los Presupuestos es de un voluntarismo sólo localizable en personalidades tan tozudas como las de Mariano Rajoy, para el que los errores de sus colaboradores son meros accidentes anecdóticos porque de todos ellos se siente orgulloso. Su electorado, seguramente, no diría lo mismo.

Usted, como los yogures, tiene fecha de caducidad; la creatividad no”. Esta frase, entre otras, fue la que le espetaron personalidades del cine español al ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, después de que, en una de sus incontinencias verbales, atribuyese las dificultades de la cinematografía nacional a la “falta de calidad”. Esta reyerta verbal (sin precedentes) ocurrió en octubre. En diciembre, el ministro-yogur ha caducado, aunque es sabido que, por consejo del titular de Agricultura, Rajoy consume productos sobrepasados de fecha y, por lo tanto, mantiene a los ministros también pasados de vueltas y abrasados.

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