Es noticia
Sánchez, la ecuación 20-23-35 y tres objeciones
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

Sánchez, la ecuación 20-23-35 y tres objeciones

En 1982 Felipe González no sólo consiguió que el PSOE arrollase a UCD y la pulverizase, sino que también logró desertizar el territorio a la izquierda del socialismo

Foto: Pedro Sánchez, en el Fórum Europa organizado el viernes en Madrid. (Efe)
Pedro Sánchez, en el Fórum Europa organizado el viernes en Madrid. (Efe)

“La izquierda puede morir si no se reinventa, si niega el progreso”.Manuel Valls, primer ministro de Francia

En las elecciones generales de 1982 Felipe González no sólo consiguió que el PSOE arrollase (48% de los votos) a UCD y la pulverizase, sino que también logró desertizar el territorio a la izquierda del socialismo dejando en chasis al Partido Comunista de España, que obtuvo un magro 4,11% (en 1979 llegó a superar el 10%) y cuatro escaños cuando en la legislatura anterior tuvo 23. Desde entonces, y seguramente hasta las próximas generales, el PSOE ha logrado una hegemonía en la izquierda española que le ha permitido, con el propio González y luego con Zapatero, gobernar durante dos largos periodos de 13 (1982-1996) y 7 años (2004-2011). Sin embargo, eso es ya historia porque la crisis económica ha alcanzado a la socialdemocracia en Europa en traje de verano, sin indumentaria ideológica y sin estrategia.

Pedro Sánchez, que va a ser en horas aclamado secretario general del PSOE, se enfrenta a una durísima expectativa electoral según expertos demoscópicos pegados a los análisis del partido. Ese futuro complicado se traduce en una ecuación según la cual la izquierda española se escindirá en dos grandes bloques. Por una parte, lo que hoy es la Izquierda Plural (IU y otros grupos) más Podemos, que podría alcanzar un porcentaje del 20% de los votos. Por otra, el propio PSOE que podría situarse en el entorno del 23-25% de los sufragios. Y ambos bloques enfrentados a un PP que aun perdiendo diez puntos sobre las generales de 2011 (44,62%), se situaría con un 35% como primera fuerza política. El resto del Congreso se dividiría entre nacionalistas vascos y catalanes y UPyD y, seguramente, Ciudadanos. Con este panorama –no seguro pero sí probable–, ¿quién y cómo gobernar?

De una parte, la cuestión catalana en la que se impone –salvo irresponsabilidad histórica del PSOE– una entente razonable con el PP y el Gobierno, aunque sea para abordar una reforma constitucional. De otra parte, el manejo de las relaciones de España con la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central resultaría complicadísimo con un gobierno de izquierda radical en Madrid. Y por fin, la conformación de una relación de confianza con el empresariado, base para cualquier política económica, que el líder socialista parece querer encauzar a través de la interlocución con el Consejo Empresarial para la Competitividad y que sería incompatible con una alianza de fuerzas radicales de izquierda extrema.

Se suele oponer a este análisis que el PP y el Gobierno explotarían el temor a una izquierda escindida que podría unirse –apelación al frentepopulismo– y voltear la situación socio-política y constitucional de España. Es decir, se supone que en estas circunstancias, los conservadores apelarían al miedo. Es posible que lo hagan, pero, en atención a cómo rueden las cosas el discurso de los populares se va a nuclear en tres aspectos: 1) la gestión económica gubernamental está sacando a España de la crisis como demostrarían no sólo los datos macroeconómicos sino los de empleo; 2) el PP garantiza la unidad constitucional de España que se ha fragilizado críticamente en Cataluña porque el Estatuto catalán de 2006 lo impulsó el tripartito entre socialistas, republicanos e ICV, y 3) la izquierda española se ha radicalizado y, además, se ha fragmentado. Consecuencia: votar al PP –pese al caso Gürtel, al caso Bárcenas, a los incumplimientos del programa electoral de 2011, pese al presidente-plasma y a despecho de ausencia de un discurso político– sigue siendo una opción-refugio altamente recomendable.

PP-PSOE, reglas de compromiso

El problema para el PP es que tiene que rescatar de su escepticismo a un enorme sector de su electorado (en las generales tuvo el 44% de los votos y en las europeas el 26%) que ya no responde –como no lo hacen otros– a los estímulos convencionales, propios de épocas menos convulsas. La sociología electoral en España ha cambiado y se dan fenómenos emergentestales como Podemos en la izquierda (que destaca la fosilización de IU) y la abstención en la derecha que, aunque no encuentre una mejor opción que la del PP, se resiente de su política, de su ausencia de discurso, de su incoherencia y de su inactividad ante graves problemas políticos y socio-económicos.

Sánchez –por el momento– lo tiene peor, más enrevesadoque Rajoy. Pero el presidente del Gobierno necesita, no tanto neutralizar al nuevo secretario general del PSOE –una tentación que le rondará intensamente–, cuanto reactivar al PP e impulsar en el poco tiempo que le queda una política de saneamiento moral –¡cuánto la necesita España!– y establecer unas reglas de compromiso con el PSOE. Este planteamiento se tildará de conservador, propio de la “casta” periodística más tradicional, pero, sencillamente, no tiene alternativa. A no ser que por tal se tenga un gobierno del PSOE y los partidos a su izquierda.

Las municipales y autonómicas van a ser dramáticas para el PP (puede perder Valencia y la mayoría absoluta en Madrid), pero mucho más para el PSOE, que sólo cuenta con plataformas territoriales de poder –y en minoría– en Andalucía y Asturias. Mayo de 2015 va a ser un Rubicón para los dos partidos.

Si Pedro Sánchez no logra enfrentarse con éxito –alterándola– a la ecuación 20%-23%-35%, España se encontrará en la tesitura más difícil desde 1982 y con una reformulación completa –por distinta y fragmentada– del espectro de sus fuerzas políticas. Por esa razón, por pura sensatez, es deseable que el nuevo secretario general del PSOE logre recuperar al partido para situarlo idealmente en un porcentaje de voto que, sumado al del PP, siga dando soporte a un sistema que, entre ambos, deberían reformar desde la fortaleza de representar a entre el 65% y el 70% de los ciudadanos. Si así no fuese, lo pasaríamos mal porque algunas amenazas tomarían cuerpo y se harían realidad. Riesgos y amenazas bastante peores que los del denostado bipartidismo.

“La izquierda puede morir si no se reinventa, si niega el progreso”.Manuel Valls, primer ministro de Francia

Pedro Sánchez UPyD Partido Comunista Caso Gürtel