Es noticia
Salvar a Grecia o escarmentarla (el bumerán)
  1. España
  2. Notebook
José Antonio Zarzalejos

Notebook

Por

Salvar a Grecia o escarmentarla (el bumerán)

Al Eurogrupo y al Consejo se les ha ido la mano. Había que atar en corto a Grecia después de sucesivas decepciones y engaños. Pero atar en corto no es ahogar al país

Foto: Oficinas del primer ministro en Atenas (Reuters)
Oficinas del primer ministro en Atenas (Reuters)

Leyendo atenta y detenidamente el acuerdo alcanzado por la Unión Europea y Grecia en la mañana de ayer y atendidos los indicadores adelantados de la economía griega que nos proporcionaba Carlos Sánchez es este diario ("Grecia se despeña pese al acuerdo y cae en otra recesión tras dos semanas de corralito"), es legítimo y racional preguntarse si la Eurozona ha querido salvar a la República Helénica de la bancarrota o le ha impuesto unas condiciones propias de un escarmiento vengativo.

Es evidente que Alexis Tsipras calculó mal con el referéndum que ganó ampliamente el pasado día 5 de julio. Que pensó, y se equivocó al hacerlo, que su posición negociadora ante un tercer rescate sería más sólida con la aversión mayoritaria de los griegos a los criterios económico-financieros de la troika; que esa negociación con la Unión Europea requería de una legitimación adicional a la electoral recibida por Syriza el pasado mes de enero.

Parece que se confundió en todo, incluso en la baza que cabía atribuirle: que no le importase –de perdidos al río– un Grexit que ha estado encima de la mesa. No pensó –o, si lo hizo, lo valoró mal– que el referéndum suponía un desafío a los procedimientos de toma de decisiones de la UE, que era un recurso de democracia directa –Europa se basa en la representativa– que no se utilizó ni en el primer ni el segundo rescate; que tampoco lo emplearon Irlanda ni Portugal, y que en España no se recurrió a consulta alguna cuando la UE implementó el llamado rescate financiero.

No es nada seguro que el acuerdo entre Tsipras y la UE –por excesivo– resulte ejecutable y que, por tanto, la suerte última de Grecia sea la de salir del euro

Con un comportamiento a medio camino entre el adanismo y la ingenuidad –sazonado por una cierta prepotencia muy propia de los populismos–, Tsipras y su Gobierno pusieron contra las cuerdas a la troika –recuérdese que vetaron al Fondo Monetario Internacional– en una operación de máximo riesgo en el que la señora Merkel no ha hecho caso a su compatriota Goethe, que adujo que “la venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible”. La canciller alemana –gracias al decaído liderazgo francés y al apoyo de Holanda y los países nórdicos– ha logrado imponer a Grecia unas condiciones que, por excesivas, quizás propicien lo que ayer Luis Garicano, en un afortunado tuit, advertía: “La situación en Grecia parece muy frágil. No parece que la amenaza de Grexit haya desaparecido con el acuerdo”.

El peligro que denuncia Garicano responde a la carga de escarmiento que conlleva el condicionado de la UE, muy superior al de la voluntad de sacar adelante la economía griega. El fondo de activos griegos por importe de 50.000 millones de euros supone que la riqueza entera del país mediterráneo se pone como aval de sus deudas y la recapitalización de los bancos. La revisión de leyes aprobadas, con vigilancia sobre ellas de la UE, implica un recorte exorbitante de la natural cesión de soberanía nacional y la urgencia en implementar medidas normativas –cuarenta y ocho horas– atropella los ritmos más briosos de cualquier Gobierno y Parlamento.

No es nada seguro que el acuerdo entre Tsipras y la UE –por excesivo– resulte ejecutable en los términos previstos y que, por tanto, la suerte última de Grecia sea la de terminar por salir del euro por imposibilidad de implementarlo. El escarmiento europeo a Grecia –deducido de la falta de confianza en el Gobierno de Tsipras– deja entrever el propósito de desestabilizar la política griega y permite suponer quese busca un vuelco electoralque aparte a Syriza del Ejecutivo en Atenas y los griegos deban regresar a un Gabinete de concentración con tecnócratas al frente si, como parece, serán los conservadores, los socialistas y los liberales helenos los que apoyen a Tsipras mientras su partido se cuartea por la incoherencia de su jefe de filas.

El acuerdo ha dejado una sensación de malestar, una percepción de apabullamiento que se experimenta incluso por aquellos que están alejados de Syriza

Al Eurogrupo primero y al Consejo después, se les ha ido la mano. Había que atar en corto a Grecia después de sucesivas decepciones y engaños. Pero atar en corto no es ahogar al país que, con estas medidas –y pese a los 35.000 millones prometidos para revitalizar su economía– puede seguir sumergiéndose más y más en la depresión, mientras sus acreedores se cobran del fondo de privatizaciones (¿qué bienes debe poner Grecia en ese fondo para cubrir 50.000 millones?) los créditos que el Estado griego no podrá devolver. Por lo demás, queda por ver la reacción del pueblo heleno, respecto del Gobierno de Tsipras y respecto de su pertenencia a la Unión Europea. Y ahí se puede producir un bumerán.

El acuerdo entre Grecia y la UE ha dejado un regusto amargo, una sensación generalizada de malestar, una percepción de apabullamiento que se experimenta incluso por aquellos que están –estamos– sideralmente alejados de lo que Syriza –y su correspondencia española de Podemos– representa desde el punto de vista ideológico y social. Porque, al final, y leído el acuerdo, no queda nada claro si de lo que se ha tratado es de escarmentar al díscolo o de salvarle de la bancarrota. Por eso, esta historia entre Grecia y la UE no ha hecho sino comenzar un nuevo y efervescente capítulo.

Leyendo atenta y detenidamente el acuerdo alcanzado por la Unión Europea y Grecia en la mañana de ayer y atendidos los indicadores adelantados de la economía griega que nos proporcionaba Carlos Sánchez es este diario ("Grecia se despeña pese al acuerdo y cae en otra recesión tras dos semanas de corralito"), es legítimo y racional preguntarse si la Eurozona ha querido salvar a la República Helénica de la bancarrota o le ha impuesto unas condiciones propias de un escarmiento vengativo.

Grecia Alexis Tsipras Unión Europea Eurozona