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El primer desacato, ¿contra el Rey?
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José Antonio Zarzalejos

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El primer desacato, ¿contra el Rey?

Sin nombramiento del Rey, ni Artur Mas ni quien le sustituya en la Generalitat puede legalmente asumir el cargo; con nombramiento del Rey, la resolución independentista queda en nada

Foto: El president de la Generalitat, Artur Mas, junto con el Rey, Felipe VI. Al fondo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El president de la Generalitat, Artur Mas, junto con el Rey, Felipe VI. Al fondo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

En el punto 6º de la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlamento de Cataluña se dice expresamente que la comunidad no se “supeditará a las instituciones del Estado”. La insubordinación, pues, no es sólo al Tribunal Constitucional sino a todos los estamentos estatales. Incluido el Rey. Felipe VI cumple, como jefe del Estado, un papel muy relevante en la constitución del nuevo gobierno catalán. Porque a su presidente lo designará el Parlamento, pero lo ha de nombrar el Rey como expresamente establece el artículo 151.1 de la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña.

El primer desacato del secesionismo puede ser contra las facultades del Rey. Porque si cuando sea elegido el presidente de la Generalitat, la presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, no remite a La Zarzuela la disposición para la firma del Jefe del Estado y ésta no es refrendada por ella misma, no hay nombramiento y el nuevo presidente no podría entrar en el ejercicio de sus funciones. Si, por el contrario, remite la disposición, el Rey la firma y Forcadell la refrenda, la resolución independentista habrá decaído y se habría producido un inicio de rectificación.

Esta cuestión delicada está ya sobre la mesa y, si se elige presidente de la Generalitat en las próximas semanas, habrá que ver cómo se plantea. Sin nombramiento del Rey, ni Artur Mas ni quien le sustituya en la Generalitat puede legalmente asumir el cargo; con nombramiento del Rey, la resolución independentista queda en nada, desactivada porque reconocería las facultades del Jefe del Estado del que pretende independizarse. Los secesionistas se enfrentan al dilema -nada lejano si no hay nuevas elecciones en Cataluña- de acatar o no al Jefe del Estado.

Las funciones constitucionales de Felipe VI están dentro del perímetro del conflicto catalán. Y el Rey no es neutral. Es el titular de la Corona, asume la más alta representación del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia y arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones (artículo 157 de la CE). El Rey ha declarado que la “Constitución se impondrá. Que nadie lo dude”. Era una declaración necesaria, como lo eran también sus apariciones a lo largo de la semana pasada. El Jefe del Estado no es un decorado constitucional, sino uno de sus más importantes activos institucionales.

Para Felipe VI la crisis catalana podría ser en algo similar a la del 23-F para su padre, Juan Carlos I

La abstracción de sus funciones y el carácter parlamentario de la monarquía, hacen, no obstante, que el papel del Rey en una crisis como ésta sea difuso. Porque depende del Gobierno darle cancha, utilizarle -en el buen sentido del término- como puente y engrasador de interlocuciones y como referencia común. El secesionismo catalán se está mostrando anti monárquico, no sólo por sus proclamas republicanas, sino por su acendrado carácter anti borbónico. Don Felipe no ha podido esforzarse más en congeniar con las autoridades de la Generalitat y sus presencias han abundado en Cataluña. Allí, es respetado mayoritariamente pero la clase dirigente que conduce al Principado hacia el precipicio sabe muy bien lo que el Rey representa: la legalidad constitucional.

Desde algunos medios de comunicación ya se ha pedido la intervención del Rey. El diario 'El País' en su editorial del pasado día 10, instaba al Gobierno a utilizar “todos los instrumentos del Estado” y recordaba -simplemente recordaba- las funciones constitucionales del Rey. Por su parte, el editor de 'La Vanguardia', Javier Godó, declaró el día 2 de este mes que “estoy convencido de que Felipe VI está llamado a arbitrar un nuevo comienzo”. El diario barcelonés, tras estas declaraciones de su propietario, ha pedido editorialmente la “rectificación” de la resolución independentista.

Para Felipe VI la crisis catalana podría ser en algo similar a la del 23-F para su padre, Juan Carlos I. Hay que salvar distancias, muchas distancias. Pero entonces la Constitución estuvo en el alero y ahora vuelve a estarlo aunque la reacción del Estado y la unidad del Gobierno con la oposición compongan otro escenario diferente al de entonces. Pero el Ejecutivo debe encontrar un rol para el Jefe del Estado. Hasta el momento ha sido el de pronunciarse como debía hacerlo. Cuando las circunstancias sean más propicias -si, como parece, el separatismo se deteriora- Felipe VI como árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones podría pasar de las palabras a los hechos.

Los secesionistas catalanes deben ser conscientes de que si desacatan las facultades del Rey y pretenden un presidente de la Generalitat sin nombramiento real, dan un paso más hacia el precipicio y se enajenan una instancia del Estado que es arbitral y moderadora, que compone -o puede hacerlo- conflictos y que puede ser un puente por el que transitar de una orilla a otra. En Bélgica, el rey Alberto II, ya abdicado, fue decisivo en un país profundamente dividido y enfrentado y la monarquía allí -también en el Reino Unido de la Gran Bretaña- cumple una función vertebral y estabilizadora siempre con la tutela y el apoyo del Gobierno. Introduzcamos en la actual crisis la variable de la monarquía española como una oportunidad para intentar superarla cuando se den las condiciones idóneas para ello. Que no tardarán en concurrir.

En el punto 6º de la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlamento de Cataluña se dice expresamente que la comunidad no se “supeditará a las instituciones del Estado”. La insubordinación, pues, no es sólo al Tribunal Constitucional sino a todos los estamentos estatales. Incluido el Rey. Felipe VI cumple, como jefe del Estado, un papel muy relevante en la constitución del nuevo gobierno catalán. Porque a su presidente lo designará el Parlamento, pero lo ha de nombrar el Rey como expresamente establece el artículo 151.1 de la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña.

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