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Cataluña se pasea de nuevo por la frustración
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José Antonio Zarzalejos

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Cataluña se pasea de nuevo por la frustración

Cataluña, después de una aventura secesionista e insurreccional, parece querer volver al sentido común y la sensatez. También a pasearse por la frustración

Foto: El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)
El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)

En mi 'post' del pasado día 31 de octubre titulado 'El 'impotente' y 'morboso' separatismo catalán', me acogía a un artículo de Agustí Calvet, 'Gaziel', referencia del catalanismo del siglo XX, que atribuía al separatismo catalán una “absoluta impotencia”. Después de 85 años, el juicio de este periodista y escritor que dirigió en los años treinta 'La Vanguardia' se demuestra como riguroso, resultado de un profundo conocimiento del alma colectiva de la sociedad catalana a lo largo de su historia.

Quien no sea un insensato repararía en que la declaración unilateral de independencia, aprobada por el Parlamento catalán el 9 de noviembre pasado, no solo atentaba contra los propios criterios plebiscitarios que el secesionismo había instalado para medir su aceptación el 27 de septiembre, sino también contra el patrimonio ideológico y hasta cultural de CDC, que se entregaba a la imposición de la CUP asumiendo una declaración insurreccional y decimonónica a cambio de la investidura de Artur Mas.

El consejero catalán con mayor experiencia y más amplio reconocimiento académico y político, Andreu Mas-Colell, exclamó cuando conoció, a toro pasado, la resolución independentista un “¿¡Pero esto qué es!?”, muestra obvia de su desagradable sorpresa al conocer el texto. Esa expresión de extrañeza y desacuerdo la ha explicado nítidamente el pasado domingo en un artículo en el diario 'Ara'. Bajo el título de 'No asfixiemos el proceso', el consejero de Economía y Conocimiento consideraba inaceptables las condiciones impuesta por la CUP e invitaba a Mas a no considerarlas, tanto por ser radicales de izquierda como por antieuropeístas, pero, sobre todo, porque avenirse a ellas era tanto como perder a las clases medias. Escribía Mas-Colell que de la CUP podrían aceptarse dos votos para la investidura de Mas pero no sus imposiciones programáticas.

La unilateralidad ha sido un error político de Mas colosal. No merece la reelección porque su capacidad de interlocución con el Estado es inexistente

En la misma línea, Francesc Homs, que se presenta como cabeza de lista de Democracia y Libertad el 20-D (siglas que sustituyen a las de CDC), reconoció ayer que “en Cataluña el independentismo tiene una fuerza muy importante pero no suficiente para imponer unilateralmente sus posiciones”. Y añadía que vendría a Madrid -en la confianza de que se produzca un cambio de escena parlamentaria- para “dialogar, negociar y pactar”. Homs, además, imponía condiciones a la CUP: 1) apoyar a un Gobierno fuerte con garantía de estabilidad parlamentaria, 2) seguridad jurídica, 3) compromiso inequívoco con los valores occidentales y europeos y 4) voluntad de diálogo y pacto con el Estado y las instituciones. Con razón ha dicho Ramón Espadaler (Unió) que para ese viaje no hacía falta desintegrar CiU.

Con este planteamiento es posible que haya elecciones de nuevo en el mes de marzo. Pero cabe también que Mas sea investido. De lo que no hay duda alguna es del fracaso del secesionismo el 27-S. Basten las palabras de Homs para acreditarlo de manera terminante. Como ocurriera en episodios históricos muy antiguos y más recientes, Cataluña, después de una aventura secesionista e insurreccional, parece querer volver al sentido común y la sensatez. También a pasearse por la frustración.

Si la rectificación, como parece, se consuma, no por ello hay que dar por amortizada la cuestión catalana. Este paso atrás del secesionismo, puede ser táctico

La unilateralidad ha sido un error político de Mas de proporciones colosales. No merece la reelección por el Parlamento porque su capacidad de interlocución con el Estado -sea cual fuere el Gobierno que salga de las urnas o de los pactos el 20-D- es prácticamente inexistente. Se ha comportado como un Capitán Araña que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra. Mas ha embarcado a Cataluña en una navegación que ha terminado en naufragio, sea o no de nuevo titular de la Presidencia del Gobierno de la Generalitat. El varapalo que puede sufrir su partido, CDC, en las elecciones generales podría ser histórico, porque el presidente ha ido embalsando demasiados yerros y engaños en un escenario en el que ha tenido tanta fuerza como la dinámica independentista, la corrupción de las clases dirigentes de la comunidad en los años del 'pujolismo' y, seguramente, del 'masismo'.

Si la rectificación, como parece, se consuma, no por ello hay que dar por amortizada la cuestión catalana. Este paso atrás del secesionismo puede ser táctico. Hay que tomarle la palabra -si es de sabia rectificación- y abordar con la previa anulación o decaimiento de la resolución secesionista del pasado 9 de noviembre una razonable negociación que tenga en cuenta las reivindicaciones catalanas, algunas de las cuales están cargadas de razón, como reconocen hasta los más críticos con el independentismo. Es especialmente crucial que sobre la frustración que existe en Cataluña no se superpongan arrogancias o prepotencias, porque de lo contrario se estaría retroalimentando para el futuro una nueva iniciativa separatista cuando la actual está a punto de capotar.

En mi 'post' del pasado día 31 de octubre titulado 'El 'impotente' y 'morboso' separatismo catalán', me acogía a un artículo de Agustí Calvet, 'Gaziel', referencia del catalanismo del siglo XX, que atribuía al separatismo catalán una “absoluta impotencia”. Después de 85 años, el juicio de este periodista y escritor que dirigió en los años treinta 'La Vanguardia' se demuestra como riguroso, resultado de un profundo conocimiento del alma colectiva de la sociedad catalana a lo largo de su historia.

Artur Mas Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) Parlamento de Cataluña