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Rajoy, entre Luis ("sé fuerte") y Alfonso ("yo te quiero")
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José Antonio Zarzalejos

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Rajoy, entre Luis ("sé fuerte") y Alfonso ("yo te quiero")

Luis Bárcenas y Alfonso Rus -metafóricamente considerados- arrinconan a Rajoy, le restan por completo margen de maniobra y constriñen a su partido a una operación de recambio de liderazgo

Foto: Mariano Rajoy. (EFE)
Mariano Rajoy. (EFE)

La circunstancia orteguiana de Mariano Rajoy en su trayectoria política de los últimos años está siendo la de la corrupción en su partido. El presidente en funciones no lo será de nuevo sólo por insuficiencias electorales, sino también porque ha quedado estigmatizado entre dos referencias mortificantes: hasta ahora, una era la de Luis Bárcenas (“Luis, sé fuerte”), y desde hace unos días, otra más, la de Alfonso Rus (“Yo te quiero, Alfonso, coño, te quiero”). Un hombre de talante discreto como Rajoy se autodestruye por un mensaje telefónico (2013) y por una expresión de mitin (2007) que le enlazan con dos corruptos -presuntos- con relevancia en su organización.

Valencia -en la que ha estallado con estridencia la Operación Taula protagonizada por, entre otros, Alfonso Rus- es el escenario de la gran contradicción biográfica de Rajoy. Allí, en 2008, celebra el congreso del PP que le atornilla al liderazgo del partido y en el que nombra a Bárcenas su tesorero, y allí, Alfonso Rus perpetra sus tropelías después de haber celebrado Rajoy sus éxitos como propios. Es Valencia -y la Andalucía de Javier Arenas- la que prestó a Rajoy sus apoyos incondicionales para dirigir el partido en su momento personal y político más deprimido -junio de 2008- y es Valencia la organización popular que, justo ahora, le estalla entre las manos.

Luis Bárcenas y Alfonso Rus -metafóricamente considerados- arrinconan a Rajoy, le restan por completo margen de maniobra y constriñen a su partido a una operación de recambio de liderazgo. Ahora no es posible por dos razones: porque el presidente en funciones se empeña en transitar por este período poselectoral en el que está cometiendo hasta los errores más impensables y porque en el PP se ha confundido la disciplina y la supuesta lealtad al líder con el rigor mortis.

Los yerros de Rajoy -el menos previsible era el de desairar la función de la Corona en este trance al declinar la oferta de investidura del Rey- tienen que ver con la confundida valoración del resultado de las elecciones del 20-D que él transforma en una victoria como título ejecutivo para desempeñar el poder y con la táctica reactiva para alcanzar algún acuerdo que le rescate de su aislamiento consistente en esperar a que la quiebra del contrario -el PSOE- le granjee su apoyo indirecto en una eventual investidura.

Antes de conocerse la dimensión de la Operación Taula, antes de consignarse que la corrupción se ha producido también en los entornos ministeriales (Acuamed) y antes de que se agravase el error retrospectivo del nombramiento en Bankia de Rodrigo Rato, el planteamiento poselectoral de Rajoy hasta podía sostenerse. Después de conocidos esos episodios -que son acumulativos sobre otros gravísimos- el diseño popular se viene abajo entre otras razones porque Albert Rivera, la única conexión de Rajoy con otra galaxia que no sea la de su partido, ha decidido ya que la amortización política del presidente en funciones es completa e irreversible.

Es Valencia la que prestó a Rajoy sus apoyos incondicionales para dirigir el partido en su momento personal y político más deprimido -junio de 2008-

El paso atrás de Rajoy no lo contempla él ni su partido. Ni él ni el PP tienen energía para un movimiento de salvamento del proyecto de la derecha española que pasa por una auténtica refundación y que se iniciaría con un nuevo liderazgo. De tal manera que la opción popular consiste ahora, prioritariamente, en consumar el fracaso a través de unas nuevas elecciones tratando de que el fiasco se pueda endosar al adversario socialista.

Poco importa en Moncloa y en Génova que unos nuevos comicios -con Rajoy en la cabecera de la lista por Madrid- además de su significación frustrante sean estériles porque no cambiará el sentido de los votos si la oferta es idéntica a la del 20-D y aún más deteriorada que entonces. Lo que importa es resistir aunque sobre las espaldas del PP y de Rajoy se haya duplicado el peso del fardo de un Bárcenas con el del fardo de un Rus. Un recital de política numantina.

La circunstancia orteguiana de Mariano Rajoy en su trayectoria política de los últimos años está siendo la de la corrupción en su partido. El presidente en funciones no lo será de nuevo sólo por insuficiencias electorales, sino también porque ha quedado estigmatizado entre dos referencias mortificantes: hasta ahora, una era la de Luis Bárcenas (“Luis, sé fuerte”), y desde hace unos días, otra más, la de Alfonso Rus (“Yo te quiero, Alfonso, coño, te quiero”). Un hombre de talante discreto como Rajoy se autodestruye por un mensaje telefónico (2013) y por una expresión de mitin (2007) que le enlazan con dos corruptos -presuntos- con relevancia en su organización.

Mariano Rajoy Luis Bárcenas