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Las advertencias del denostado Aznar ante el 26-J
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José Antonio Zarzalejos

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Las advertencias del denostado Aznar ante el 26-J

El expresidente del Gobierno se ha instalado en unas posiciones críticas con determinadas políticas del Ejecutivo que comparten, además, muchos miles de votantes populares

Foto: El ex jefe del Ejecutivo José María Aznar durante un acto celebrado en Madrid el pasado 2 de junio. (EFE)
El ex jefe del Ejecutivo José María Aznar durante un acto celebrado en Madrid el pasado 2 de junio. (EFE)

La machadiana expresión de que “la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero” viene a cuento a propósito de las recientes intervenciones públicas del expresidente Aznar y la proximidad del 26-J. En muchos sectores fuera de su partido -pero también dentro- sus opiniones son acogidas con malestar y, frecuentemente, con displicencia. Y sin embargo, merecen -como las de Felipe González- ser escuchadas y, a veces, atendidas.

Las relaciones entre Aznar y Rajoy no son en absoluto “estupendas”, como ha declarado en un ejercicio de exquisitez el presidente en funciones. En realidad son casi inexistentes y, por lo que afecta a algunos de los colaboradores de Rajoy, abiertamente hostiles, aunque a la recíproca hay más menosprecio que animadversión. No por ello hay que dar pábulo a algunas especulaciones que sitúan a Aznar en una disidencia militante contra la organización que refundó en 1989.

El expresidente no va a participar en la campaña electoral -tanto porque ha sido invitado genéricamente, para cubrir el expediente, como porque él tampoco parece motivado a hacerlo- pero ni va a pedir el voto para ninguna opción que no sea el PP ni va anunciar la creación de otro partido. Aznar se ha instalado en unas posiciones críticas con determinadas políticas del Gobierno que comparten, además, muchos miles de votantes populares que, seguramente, se han quedado en la abstención o, los menos, han migrado a Ciudadanos.

Las más recientes advertencias de Aznar, sin embargo, enlazan con la suerte de su partido en las próximas elecciones generales. En días pasados, el expresidente ha transmitido tres que, bien valoradas y consideradas sin prejuicios, están muy en razón:

1) Se producirá una espiral de problemas si no se mete en cintura el déficit público.

2) La polarización electoral es una “competencia en la que ganan los peores”.

3) Serán necesarios “sacrificios personales” en el inmediato futuro español.

Los tres mensajes hacen diana en el Gobierno.

Rajoy y Montoro están prometiendo bajada de impuestos cuando el déficit público no ha sido controlado en los términos exigidos por Bruselas

Rajoy y Montoro están prometiendo bajada de impuestos -lo mismo que en 2011- cuando el déficit público no ha sido controlado en los términos exigidos por Bruselas en ningún ejercicio presupuestario del PP. Fue del 10,40% en 2012, del 6,90% en 2013, del 5,90% en 2014 y del 5,52% en 2015. Estamos fuera de límites con una deuda del 100% de PIB. En ese contexto, fiar la contención del déficit a un crecimiento del PIB que, según ha informado esta misma semana el Banco de España, se “desacelera” es un voluntarismo que puede provocar más incredulidad y sensación de engaño entre los electores populares.

Por otra parte, la estrategia electoral del equipo de Rajoy consiste en establecer una constante tensión entre el PP y Podemos, para que Iglesias sobrepase a Sánchez y laminar al PSOE. La máxima polarización posible. A Aznar no le parece una buena estrategia porque un desplome del socialismo español a manos de Unidos Podemos implicaría después una colisión frontal de dos modelos sin zonas centrales ideológicas y estratégicas -que serían las socialistas y las liberales- que amortiguasen el golpe tan radicalmente antagónico entre populares y podemitas. Sin embargo, a eso se está jugando desde el PP: a coadyuvar al 'sorpasso' de los morados sobre los socialistas y, eventualmente, a su 'pasokización', es decir, a su irrelevancia. El PP puede y debe combatir al PSOE pero sin primar a Podemos.

Por fin, Aznar reclama “sacrificios personales”. Naturalmente se refiere a la continuidad de Mariano Rajoy, aunque él no haya realizado una afirmación nominativa. El PP será el partido más votado (con seguridad), pero también el más aislado (con seguridad). Las posibilidades de continuidad de Rajoy pasan por el resultado que obtenga: si repite el del 20-D o lo mejora, tratará de aguantar; si lo empeora, su liderazgo estará en el alero. Rivera, en todo caso, no va a pactar (votar afirmativamente su investidura) con Rajoy, en ningún caso. Mucho menos, el PSOE.

Aznar sugiere que quizás Rajoy deba asumir un “sacrificio personal”. Alguien tendrá que librar al PP de la “mochila” de responsabilidades no asumidas que ha convertido su suelo del 20-D en su probable techo el 26-J y que ha estigmatizado a su presidente dificultando los posibles pactos de gobierno que España necesita. Ahí está el CIS del jueves, que contempla las menguadas posibilidades del PP y la valoración -la peor de todas- de su candidato.

Puede comenzar en el PP y fuera de él -o más exactamente, continuar- el estimulante ejercicio de quemar calorías políticas empleando la figura del denostado José María Aznar como un saco de 'punching ball'. Puede echarse mano de la 'maldita hemeroteca' contra el expresidente del Gobierno (¿quién se libra de ella?). Pueden establecerse comparaciones entre lo que él hizo y dijo y lo que hace y dice ahora. Pero no podrá negarse que las tres advertencias del todavía -¿por cuánto tiempo?- presidente de honor del PP deberían ser escuchadas por los que toman las decisiones en Génova y Moncloa.

La machadiana expresión de que “la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero” viene a cuento a propósito de las recientes intervenciones públicas del expresidente Aznar y la proximidad del 26-J. En muchos sectores fuera de su partido -pero también dentro- sus opiniones son acogidas con malestar y, frecuentemente, con displicencia. Y sin embargo, merecen -como las de Felipe González- ser escuchadas y, a veces, atendidas.

José María Aznar Mariano Rajoy Ciudadanos