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El conjuro de julio: cuando Ciudadanos hizo "viable" a Rajoy
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José Antonio Zarzalejos

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El conjuro de julio: cuando Ciudadanos hizo "viable" a Rajoy

El conjuro que hará de nuevo presidente a Rajoy lo pronunció un socialista que adelantó en julio lo que ocurrió en el comité federal del PSOE del pasado domingo

Foto: El jefe del Gobierno, Mariano Rajoy (i), y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se estrechan la mano durante la reunión de sus respectivas delegaciones. (EFE)
El jefe del Gobierno, Mariano Rajoy (i), y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se estrechan la mano durante la reunión de sus respectivas delegaciones. (EFE)

No hay precedentes en la democracia española. Por segunda vez tras el inicio de una legislatura (estamos en la XII), Felipe VI, el rey que ha adquirido un doctorado en la interpretación del defectuoso artículo 99 de la Constitución, ha propuesto para la investidura presidencial al mismo candidato que cayó derrotado en una anterior: Mariano Rajoy Brey. Esta vez, su designación será “viable”, en expresión de Albert Rivera, sin cuyo concurso el popular no estaría políticamente donde está. Y a donde ha llegado por el efecto de un conjuro, unas palabras mágicas llenas de sentido político, que el 10 de julio pasado pronunció el presidente socialista de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Fueron estas: “Si Rajoy se presenta con 170 escaños, ¿quién es el guapo que dice no?”.

El 'guapo' que le venía diciendo “no es no” a Rajoy era, hasta el 1 de octubre pasado, Pedro Sánchez. Ocurrió que su negativa parecía tener alguna verosimilitud hasta que Ciudadanos (¡reconozcámoslo!) firmó con el PP, en agosto, un pacto de investidura bastante similar al de gobierno que suscribió con el PSOE en el mes de febrero anterior. Albert Rivera, entre tanto, había virado hacia el pragmatismo y el sentido de la realidad: aparcó su rechazo frontal a Rajoy, impuso unas condiciones previas innegociables y transó una serie de medidas programáticas para no entregar gratuitamente el apoyo al presidente en funciones. En ese momento, Rajoy tenía en la mano esos 170 escaños frente a un popurrí de 180 sobre los que Sánchez quiso —tras un temerario golpe de mano el 26 de septiembre, abortado tarde y mal por el oficialismo socialista— construir una alternativa “de cambio”.

De manera que el conjuro que hará de nuevo presidente a Rajoy lo pronunció un socialista que adelantó en julio lo que ocurrió en el comité federal del PSOE del pasado domingo, aunque no llegase a imaginar que para llegar a esa decisión abstencionista los socialistas tendrían que recorrer un itinerario tan aciago como por el que están transitando. Les queda, además, padecer la ruptura del grupo parlamentario el sábado, sufrir la consumación de la quiebra de relaciones con el PSC —que ayer se ha ratificado en el “no es no”, desacatando al comité federal— y, sobre todo, gestionar un congreso extraordinario que proclamará un nuevo liderazgo que, según todos los indicios, no será sometido a primarias. En definitiva: el PSOE está a las puertas de una escisión.

Se ha producido un doble desbloqueo para que Rajoy sea investido: el de agosto propiciado por C's y el de octubre por el PSOE, por ese orden de consecuencia

El presupuesto del conjuro de Fernández Vara, sin embargo, requería de un acto de voluntad, de una decisión política, de una ciaboga estratégica del partido de Albert Rivera. Tiende a olvidarse que sin la rectificación de Ciudadanos, la condición del extremeño no se cumplía y Sánchez estaría ahora en la secretaria general del PSOE, el PP en un rincón y España abocada, bien a unas terceras elecciones, bien a un Gobierno que Alfredo Pérez Rubalcaba definió con acierto como “gobierno Frankenstein”. De tal manera que aquí se ha producido un doble desbloqueo para que Rajoy sea investido por el Congreso: el de agosto propiciado por Ciudadanos y el de octubre por el PSOE, por ese orden temporal y también por ese orden de consecuencia. Aquel desencadeno este. O sea, sin Ciudadanos, el escenario actual no sería el que es.

A partir del acuerdo entre el PP y Ciudadanos, Sánchez perdió pie, porque en vez de cumplir con lo que decía en privado —según las revelaciones de Felipe González y del propio Rajoy— a tenor de lo cual él se avendría a no prolongar la interinidad de la situación política, se lanzó a una aventura ideológicamente incoherente, hostil para buena parte de su organización y muy poco verosímil: atornillarse en su puesto —pasase lo que pasase en las elecciones gallegas y vascas del 25-S— y presentar como hecho consumado un precario Gobierno con Podemos y los independentistas y nacionalistas, que saldría adelante no por la avenencia del comité federal del PSOE sino por la victoria de su propuesta en una consulta a la militancia. Aunque con una tosquedad bastante descalificadora (véanse sus consecuencias), las baronías principales abortaron esa ideación.

Sánchez perdió pie porque, en vez de cumplir con lo que decía en privado, se lanzó a una aventura ideológicamente incoherente, hostil y poco verosímil

La lógica del conjuro de Fernández Vara fue aplastante en el mismo momento en que Ciudadanos —salvando objeciones muy serias y bien fundamentadas sobre la personalidad política de Rajoy y sus responsabilidades no asumidas— sumó sus 32 diputados a los 137 del PP, uniendo CC el suyo: ahí estaban desde agosto los 170 votos que Sánchez no quiso valorar, persistiendo en el propósito de ser el 'guapo' que decía “no es no” a Rajoy. El político gallego se ha limitado a que la realidad fuera imponiéndose poco a poco, paso a paso, nadando y guardando la ropa. Hasta que ayer salió de la Zarzuela con el encargo del Rey, que bien podría alardear de haber superado una de las peores tesituras en las que la clase política ha sometido a la Jefatura del Estado. Felipe VI remite una propuesta 'viable' al Congreso a través de su presidenta después de una batalla campal que hubiese sido evitable si el sentido común de Fernández Vara se hubiese asumido como elemental principio de una buena praxis política.

No hay precedentes en la democracia española. Por segunda vez tras el inicio de una legislatura (estamos en la XII), Felipe VI, el rey que ha adquirido un doctorado en la interpretación del defectuoso artículo 99 de la Constitución, ha propuesto para la investidura presidencial al mismo candidato que cayó derrotado en una anterior: Mariano Rajoy Brey. Esta vez, su designación será “viable”, en expresión de Albert Rivera, sin cuyo concurso el popular no estaría políticamente donde está. Y a donde ha llegado por el efecto de un conjuro, unas palabras mágicas llenas de sentido político, que el 10 de julio pasado pronunció el presidente socialista de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Fueron estas: “Si Rajoy se presenta con 170 escaños, ¿quién es el guapo que dice no?”.

Mariano Rajoy Ciudadanos Guillermo Fernández Vara PSC Pedro Sánchez