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Rajoy lo hace otra vez y recompone al PSOE
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José Antonio Zarzalejos

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Rajoy lo hace otra vez y recompone al PSOE

En el socialismo se está haciendo el cálculo de cuánta quina política puede tragar Mariano Rajoy para adecuar la dosis y seguir sacando réditos de su mandato opositor

Foto: Antonio Hernando y Mariano Rajoy en el Congreso. (EFE)
Antonio Hernando y Mariano Rajoy en el Congreso. (EFE)

Ha sucedido como en diciembre de 2011. Mariano Rajoy ha subido los impuestos y lo ha hecho a ciencia y conciencia. La única diferencia entre entonces y ahora consiste en que el presidente del Gobierno ha hecho pasar el incremento fiscal como una baza que entregar al PSOE para garantizarse el techo de gasto y la posibilidad de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Es natural que Ciudadanos no asuma esta nueva vuelta de tuerca recaudatoria, entre otras razones porque recae sobre las empresas sin que el Gobierno del PP aplique una política de ajuste en el gasto improductivo. Los socialistas han revertido en buena medida la mala imagen de su tránsito del “no es no” a la abstención en la investidura de Rajoy. Adicionalmente, consiguen —o dicen haber conseguido sin que el Ejecutivo se atribuya, torpemente, ningún mérito— el incremento del salario mínimo interprofesional, un mayor margen para el déficit de las comunidades autónomas y una subida de las cotizaciones sociales más altas. No es Rajoy el que se asegura una buena parte de la legislatura. Mucho antes que ese resultado, el PSOE puede argüir que, como oposición, ha logrado sus primeros objetivos.

Los primeros, pero no los únicos. En un par de semanas, la oposición ha logrado desactivar la ley educativa del PP (LOMCE), poner en solfa la orgánica de Protección de la Seguridad Pública (“ley mordaza”) y asediar la reforma laboral, todos ellos, logros del PP en la X legislatura que ha comenzado a desandarse a una velocidad de vértigo. En paralelo, el PNV obtiene también todas sus pretensiones: una segura buena negociación del cupo y el muy posible desistimiento del Gobierno en varios recursos de inconstitucionalidad contra leyes vascas. El independentismo catalán, más insurreccional que nunca, parece tomar un sesgo cada vez más desafiante ante las decisiones de la justicia ordinaria y el Tribunal Constitucional, desactivando también las virtualidades de una “operación diálogo” que la vicepresidenta Sáenz de Santamaría todavía no ha definido en qué consiste, cuándo la iniciará y quién será su interlocutor en Barcelona. El reconocimiento del “error” popular de no haber negociado con el PSOE el Estatuto catalán de 2006, ha crujido en determinados sectores del partido (más allá del criterio de Aznar y FAES) y no ha conseguido el apaciguamiento que buscaba.

“Hay que prepararse para las elecciones”, dijo el miércoles el presidente del Gobierno en la cena anual del PP de Madrid. Algunos piensan que fue un mero lapsus de Rajoy. Otros creen que se trató de un mensaje. En todo caso, la facultad de disolver las Cortes a partir de mayo no garantiza al PP unos mejores resultados que los obtenidos el pasado 26 de junio, en particular, si su electorado valora que en la primera negociación de la actual legislatura el Gobierno ha dejado demasiados pelos en la gatera, mientras el PSOE se encuentra más cómodo. Unos primeros compases de la legislatura en los que también el Ejecutivo ha tenido que encajar dos decisiones anuladas por el Tribunal Supremo: el bono social eléctrico y el canon digital. Debe devolver a las compañías eléctricas unos cientos de millones de euros y a las sociedades de gestión colectiva de derechos de autor, unas decenas.

Celebrar los “éxitos” de Rajoy en este primer tramo de la legislatura solo puede responder a la ignorancia de los próximos o al maquiavelismo de sus adversarios

Susana Díaz va a ser la próxima secretaria general del PSOE. Da el perfil de una política populista —antagónica a Podemos— que es la clase de dirigentes que en este tiempo histórico disponen de 'chance'. Apoya a la presidenta de la Junta de Andalucía el equipo más veterano del PSOE con Alfredo Pérez Rubalcaba a la cabeza quien, además, idea y orienta la actual política de depredación del PSOE a Rajoy y al PP. Un alto jerarca socialista ha reconocido en un círculo privado que la legislatura durará dos años y que el PSOE ganará las próximas elecciones porque, además de recomponerse en el ejercicio de una oposición con contrapartidas tan leoninas como las que acaba de obtener, está en condiciones de volver a granjearse el favor de no menos de dos millones y medio de votos que optaron por Podemos, inmerso en una reyerta constante. Está por ver pero no es en absoluto inverosímil.

En el socialismo se está haciendo el cálculo de cuánta quina política puede tragar Mariano Rajoy para adecuar la dosis y seguir sacando réditos de su mandato opositor. Entre tanto, la gestora y la vieja guardia del PSOE trabajan también en revisar las relaciones con el PSC. Una vez acordada la nueva fraternidad política con Iceta, los socialistas rectificarán el discurso nacional —de cohesión y en la línea de lo que acaba de declarar Fernando Savater: los nacionalismos vasco y catalán son “en realidad una rebelión de los ricos contra los pobres”— y ofertarán un nuevo proyecto. De ahí que celebrar mediáticamente los “éxitos” de Rajoy en este primer tramo de la legislatura solo pueda responder a la ignorancia de los próximos o al maquiavelismo de sus adversarios. El regreso a la adulación acrítica al presidente haría retroceder al PP a los niveles electorales del 20-D, es decir, a la insuficiencia no de 137 escaños, sino de 123. O menos.

Ha sucedido como en diciembre de 2011. Mariano Rajoy ha subido los impuestos y lo ha hecho a ciencia y conciencia. La única diferencia entre entonces y ahora consiste en que el presidente del Gobierno ha hecho pasar el incremento fiscal como una baza que entregar al PSOE para garantizarse el techo de gasto y la posibilidad de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Es natural que Ciudadanos no asuma esta nueva vuelta de tuerca recaudatoria, entre otras razones porque recae sobre las empresas sin que el Gobierno del PP aplique una política de ajuste en el gasto improductivo. Los socialistas han revertido en buena medida la mala imagen de su tránsito del “no es no” a la abstención en la investidura de Rajoy. Adicionalmente, consiguen —o dicen haber conseguido sin que el Ejecutivo se atribuya, torpemente, ningún mérito— el incremento del salario mínimo interprofesional, un mayor margen para el déficit de las comunidades autónomas y una subida de las cotizaciones sociales más altas. No es Rajoy el que se asegura una buena parte de la legislatura. Mucho antes que ese resultado, el PSOE puede argüir que, como oposición, ha logrado sus primeros objetivos.

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