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Nacho Álvarez

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Cómo competir

Hacerlo meramente en precios, como ha hecho el actual Gobierno al recortar los salarios, no solo tiene efectos negativos sobre las condiciones de vida de los asalariados, sino que es ineficaz

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La competitividad externa de una economía, nos guste o no, resulta esencial hoy día para determinar la evolución del cuadro macroeconómico de cualquier país. Por ello, es trascendental entender correctamente los factores que explican dicho fenómeno.

El Gobierno de Rajoy ha intentado desarrollar una estrategia de competitividad durante la presente legislatura basada exclusivamente en una reducción generalizada de los costes laborales. Según ese enfoque, la reforma laboral debía posibilitar rebajas salariales mediante el descuelgue respecto de los convenios colectivos y, con ello, un fuerte impulso de las exportaciones.

Cuatro años después de aprobarse la reforma laboral, constatamos que solo la primera parte de la ecuación se ha cumplido. Efectivamente, la desarticulación de la negociación colectiva se ha traducido en una progresiva pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios, cercana al 10% de media y superior al 20% en el caso de los contratos temporales. Sin embargo, las caídas salariales no se han transformado en reducciones de los precios de exportación, sino que han dado lugar básicamente a incrementos en los beneficios empresariales. De hecho, las reducciones salariales no se han producido mayoritariamente en las empresas y sectores con mayor capacidad de penetración en los mercados internacionales, sino en aquella parte de nuestro tejido productivo menos expuesto a la competencia internacional (comercio minorista, hostelería o servicios personales). El resultado es que las exportaciones crecen en 2014 y 2015, efectivamente, pero a tasas muy similares a las de 2006 y 2007 (cuando no había reducción salarial) y, además, por debajo de las importaciones.

El fracaso de esta estrategia del PP resulta evidente cuatro años después de haberse puesto en marcha: el sector externo vuelve a contribuir de forma negativa al crecimiento económico, según la contabilidad nacional trimestral del INE, al tiempo que las reducciones salariales han incrementado las desigualdades y han erosionado la demanda interna de la economía.

placeholder La planta de Seat en Martorell. (Reuters)
La planta de Seat en Martorell. (Reuters)

Una política económica alternativa, como la que venimos proponiendo desde Podemos, debe poner sobre la mesa una estrategia de competitividad distinta. ¿Cómo se explica que un trabajador alemán en el sector automotriz pueda cobrar un salario que duplica el de un trabajador español del mismo sector, al tiempo que la industria automovilística alemana presenta una de las mayores tasas de penetración exportadora del mundo? Esto solo es posible porque los factores que determinan la competitividad externa de las economías desarrolladas no radican fundamentalmente en los costes laborales, sino en otros factores: la productividad, la tecnología incorporada, la calidad de los productos o las gamas en que las distintas industrias se especializan.

Competir meramente en precios, como ha hecho el actual Gobierno al recortar los salarios, no solo tiene efectos negativos sobre las condiciones de vida de los asalariados y sobre la dinámica macroeconómica, sino que, además, es una estrategia ineficaz, abocada al fracaso. Siempre habrá alguna economía con derechos sociolaborales aún más erosionados que pueda producir los mismos productos a menor precio.

Impulsar una estrategia de inserción externa eficaz, que nos permita ser competitivos por arriba, exige desarrollar factores no vinculados directamente a los precios. En realidad, se trata de hacer lo contrario que ha hecho Rajoy: invertir allí donde él ha recortado.

Es preciso abandonar los proyectos megalómanos de escasa eficiencia y considerar prioritarias las inversiones centradas en la modernización industrial

Durante la legislatura de Rajoy, los recortes en I+D han alcanzado el 30%, superando los 3.000 millones de euros, al tiempo que los recortes en educación ascendían a 7.000 millones de euros, el 15% del presupuesto. Además, la inversión pública durante esta legislatura ha experimentado un recorte del 55%, hasta alcanzar los 27.000 millones de euros.

Pero desarrollar esta nueva estrategia de competitividad basada en el crecimiento de la productividad exige no solo revertir los recortes. También es necesaria una reorientación del gasto, especialmente en el caso de las infraestructuras públicas. Es preciso abandonar los proyectos megalómanos de escasa eficiencia productiva y social, y considerar prioritarias las inversiones centradas en la modernización industrial, en la digitalización económica, en las infraestructuras sociales y en la descarbonización de nuestro modelo productivo y de transporte.

Desarrollar los factores determinantes de la competitividad exige también llevar a cabo una transición energética que permita un abaratamiento del precio de la energía y una reducción de la factura importadora, con la consiguiente mejora de nuestra balanza comercial. Para ello es necesario no solo apostar por la eficiencia energética, desplazando nuestro modelo inmobiliario hacia las actividades de rehabilitación. También es crucial impulsar una política que ponga las energías renovables en el centro del 'mix' energético, así como una legislación que impida prácticas oligopólicas y favorezca la desintegración vertical del sector eléctrico. En este sentido, la derogación del decreto de autoconsumo resulta un primer paso ineludible.

Impulsar una estrategia de inserción externa eficaz exige desarrollar factores no vinculados a los precios; Invertir allí donde Rajoy ha recortado

Por último, una nueva inserción externa de nuestra economía precisa una política que garantice a las pymes la adecuada financiación, a través de un sistema de banca pública del que Bankia -actualmente nacionalizada- debiera ser el embrión. Igual que sucede en Alemania con los bancos regionales, el sistema productivo español se podría ver muy beneficiado con el desarrollo de una verdadera red de banca pública -algo que nunca llegaron a ser las antiguas cajas de ahorro-, que facilite el aumento del tamaño medio de nuestras empresas y sus niveles de productividad mediante una financiación preferencial.

Propiciar un cambio en el patrón de inserción externa de una economía no es desde luego algo fácil de lograr. Pero exige en todo caso una estrategia clara. La política económica del PP ha fracasado en su intento por terminar, mediante los recortes salariales, con los déficits de balanza de pagos que nuestra economía ha presentado históricamente. Y además ha deteriorado significativamente las condiciones de vida de la mayoría social del país.

En un contexto como el actual, la economía española debe competir haciendo compatibles la recuperación salarial con un nuevo patrón de inserción que no exija el permanente crecimiento de la deuda externa para financiar los déficits de balanza de pagos. El primer paso para ello tiene que ser terminar con la austeridad, y no como una mera estrategia electoralista sino como un imperativo económico para converger con las economías más avanzadas.

La competitividad externa de una economía, nos guste o no, resulta esencial hoy día para determinar la evolución del cuadro macroeconómico de cualquier país. Por ello, es trascendental entender correctamente los factores que explican dicho fenómeno.

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