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Fracturas sociales, generacionales e ideológicas en el nuevo mapa político
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José Antono Gómez Yáñez

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Fracturas sociales, generacionales e ideológicas en el nuevo mapa político

Han quedado dibujadas dos oposiciones: en el centro-derecha y en la izquierda, en equilibrio inestable y competitivo. Ninguno de los cuatro puede “conformarse” con la situación actual

Foto: Votantes del PP congregados en Génova en la noche electoral del 20-D. (Reuters)
Votantes del PP congregados en Génova en la noche electoral del 20-D. (Reuters)

Las papeletas que surgieron de las urnas el pasado domingo reflejaron algo parecido a lo que está sucediendo en toda Europa: los partidos centrales se debilitan mientras ganan audiencia y apoyos los partidos que reciclan viejos discursos extremos adaptados a la situación actual y apelan a las raíces: la nación o el líder, con más o menos énfasis o claridad, pero en España surgió un partido de centro –algo insólito-. Aunque la economía ha dejado de dar sobresaltos, los daños en las clases medias y medias bajas son grandes. Como en Italia en 1991/92, a la crisis económica y social se suma el desprestigio de los grandes partidos por la acumulación de casos de corrupción. El resultado es un ambiente inflamable y la ruptura de las lealtades políticas. Las fallas sociales que han producido este cambio político son estructurales, pero probablemente el mapa político que surgió el 20-D es provisional y estará sometido a violentos cambios en los próximos años.

Han quedado dibujadas dos oposiciones: en el centro-derecha y en la izquierda, en equilibrio inestable y competitivo. Ninguno de los cuatro puede “conformarse” con la situación actual. Además, están los partidos nacionalistas.

La situación del centro-derecha

Los casi 11 millones de votos que obtuvo en PP en 2011 se han fracturado en tres pedazos: 7,2 para el PP, 3,5 para Ciudadanos (que ha sumado casi un millón procedente de UPyD y el PSOE) y otro millón largo que ha ido a la abstención. En el centro derecha, la fractura es ideológica, generacional y social.

Ciudadanos ha captado el apoyo de los sectores centristas que apoyaban al PP: quienes se sitúan en los espacios 5 y 6 de la escala de 1 (izquierda) a 10 (derecha) de autoubicación política y se identifican con ideologías flexibles: liberales de centro derecha, socialdemócratas templados, progresistas o democristianos. Son, en su inmensa mayoría, menores de 50 años, residentes en ciudades y áreas metropolitanas. Casi todos ocupados de nuevas clases medias: profesionales liberales o asalariados, empresarios, administrativos, técnicos.

La pérdida de medio millón de votos en las dos últimas semanas mostró lo frágil del electorado de C's y que su vinculación es posicional y superficial

Se alejaron del PP durante 2012 y estuvieron indecisos hasta noviembre de 2014, cuando reaccionaron ante el crecimiento de Podemos, dejando el PP como un resto del pasado. Sus actitudes hacia Ciudadanos son instrumentales: un voto para dejar atrás al PP pero por probar, algo así como un voto reversible. En la campaña electoral fue llamativo el lema "ilusión" y que recurrieran al recuerdo de Suárez para atraer a unas generaciones que no lo conocieron, revelaba que la dirección de Ciudadanos tampoco sabe por qué recogen esos votos más allá del distanciamiento del PP. La pérdida de medio millón de votos en las dos últimas semanas mostró lo frágil de este electorado y que su vinculación con el partido es posicional y superficial.

El PP se quedó con todo lo demás en el centro derecha: un electorado más bien mayor, por encima de 45 años; compuesto por empresarios, técnicos y profesionales liberales, pymes, autónomos, amas de casa, jubilados, etc. En esa base social, típicamente de derecha, el PP tuvo un agujero enorme en los autónomos: su voto entre ellos descendió del 47,2% en 2011 al 22,2%. Ideológicamente se identifican con el conservadurismo, la democracia cristiana y la versión derechista del liberalismo. Es un voto duro como una piedra, casi no se ha movido desde finales de 2012.

El mapa de la izquierda

En la izquierda, la competición es distinta. La base electoral del PSOE salió quebrantada en las elecciones de 2011, perdió cuatro millones de votos en relación con 2008, de los que tres se abstuvieron, y han sido decisivos en esta legislatura. En 2015, el electorado del PSOE está compuesto básicamente por beneficiarios o demandantes del Estado del Bienestar: pensionistas, obreros no cualificados, muchas amas de casa, jóvenes ni-ni, etc, con un déficit enorme en las generaciones activas, entre 25 y 55 años.

Gravita sobre las ciudades intermedias. Su discurso durante la legislatura no añadió nada a su electorado, ha sido un discurso estéril. Su geografía electoral parece la de un partido nacionalista de Andalucía, Extremadura, las cuencas mineras astur-leonesas y, llamativamente, la zona suroeste de Albacete limítrofe con Jaén, alrededor de Salobre, pueblo de la familia Bono. En el resto del país su implantación es una sombra de lo que fue el PSOE.

¿De dónde salieron los votantes de Podemos? de la gran bolsa de abstención del PSOE en 2011 y de abstencionistas crónicos. El perfil de la ruptura del electorado de izquierda ha sido, básicamente, generacional. Podemos se compone de dos aportes. La generación bloqueada, entre 18 y 35 años, con elevados niveles de instrucción pero que no encuentran el camino para hacerse un hueco en la sociedad (trabajo estable, perspectivas razonables de encontrar una vivienda y organizar su vida, etc.); y la generación perdedora, personas de 45 y más años que han perdieron su empleo o han visto muy dañadas sus condiciones de trabajo o de vida, abocadas a un futuro precario y con incertidumbres.

Durante 2015, este segundo componente se debilitó, pero recuperó parte de él durante la campaña electoral, bastó que Iglesias volviera a la televisión, y Sánchez no consiguiera transmitir nada interesante a estos votantes. Lo que une estas dos generaciones es un disgusto con la situación, esto es una forma amable de describir su estado a ánimo. A pesar de que los demás electorados sitúan a Podemos en la extrema izquierda, sus votantes se superponen ideológicamente con los del PSOE, sólo está algo más la izquierda, muy poco, discurren entre los espacios 9 y 6 de la escala de autoubicación ideológica, en paralelo a los del PSOE.

Pero hay una matriz ideológica distinta: el PSOE se apoya en quienes se identifican con la socialdemocracia pero Podemos está distante de ellos; lo sustentan quienes se identifican con el socialismo, ecologismo, liberalismo de izquierda (algo que parece tener tintes anarquizantes), etc. Se podría decir que más que un problema de más o menos izquierdismo, la diferencia entre Podemos y el PSOE es de matrices ideológicas que alimentan visiones de la vida distintas. También de trayectorias vitales y referentes diferentes. Hasta 2010, estos componentes convivieron bajo el paraguas del PSOE, aunque muchos se abstenían, pero desde entonces se han bifurcado y alejado.

Podemos se alimenta de un tercer componente: las izquierdas nacionalistas (apoyo fundamental en Cataluña, Valencia, País Vasco y Galicia). Es difícil saber hasta qué punto estos apoyos son puntuales o estables, nos inclinamos a lo primero: estos votantes han apoyado a Podemos porque lo ven como la vía más útil para que se haga “realidad” el “derecho a decidir”, empezando por Cataluña. Estos movimientos tácticos son frecuentes en los votantes nacionalistas de izquierda. Se produjo, por ejemplo, en las generales de 2007 cuando el PSOE obtuvo un excelente resultado por el apoyo de sectores que normalmente votaban a ERC (la distribución de votos por barrios/secciones censales no miente). En todo caso, los primeros pasos postelectorales de Podemos parecen configurar un discurso de algo así como una Confederación Estatal de Izquierdas Autónomas (Nacionales, por supuesto) (CEIA). Por esta vía, es posible que Podemos pudiera encontrar un equilibrio para vincular establemente estos electorados.

¿Es estable este mapa político? Las direcciones de los nuevos partidos tienen que gestionar electorados dispersos y con vinculaciones poco profundas. Estabilizarlos será complicado. Los partidos tradicionales necesitarán reformas organizativas e ideológicas de gran calado para atraer parte de los electorados que han perdido, de lo contrario están condenados al declive por pura demografía. El problema es que están atrapados por aparatos anclados en el pasado y por sus actuales dirigentes. Viendo así las cosas, cabe prever un agitado futuro en la política española.

*José Antonio Gómez Yáñez es secretario de la Federación Española de Sociología (FES)

Las papeletas que surgieron de las urnas el pasado domingo reflejaron algo parecido a lo que está sucediendo en toda Europa: los partidos centrales se debilitan mientras ganan audiencia y apoyos los partidos que reciclan viejos discursos extremos adaptados a la situación actual y apelan a las raíces: la nación o el líder, con más o menos énfasis o claridad, pero en España surgió un partido de centro –algo insólito-. Aunque la economía ha dejado de dar sobresaltos, los daños en las clases medias y medias bajas son grandes. Como en Italia en 1991/92, a la crisis económica y social se suma el desprestigio de los grandes partidos por la acumulación de casos de corrupción. El resultado es un ambiente inflamable y la ruptura de las lealtades políticas. Las fallas sociales que han producido este cambio político son estructurales, pero probablemente el mapa político que surgió el 20-D es provisional y estará sometido a violentos cambios en los próximos años.

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