Es noticia
Acaben con la democracia de una vez
  1. España
  2. Palabras en el Quicio
Irene Lozano

Palabras en el Quicio

Por

Acaben con la democracia de una vez

Hace un par de días, escribí en Twitter: “Alguna gente piensa que la dictadura sale muy barata porque sólo hay que pagar un coche oficial”. Para

Hace un par de días, escribí en Twitter: “Alguna gente piensa que la dictadura sale muy barata porque sólo hay que pagar un coche oficial”. Para mi sorpresa, hubo quien se lo tomó al pie de la letra, aunque otros, con buen criterio y parecida ironía, me recordaron que Franco también tenía motoristas.

Ya advierto que no tengo la menor intención de renunciar a la ironía, como se puede apreciar en el título de esta columna. En primer lugar, porque ironizar no equivale a frivolizar ni a desdeñar lo seria que se pone la realidad a veces. Hace unos años se publicó un compendio de viñetas de dibujantes ingleses que, en los años anteriores a la II Guerra Mundial caricaturizaban y parodiaban a Hitler día tras día. La firmeza con que Gran Bretaña se enfrentó a Hitler cuando empezó la guerra muestra cómo el que alguien sea irónico no permite predecir en él ni pusilanimidad de carácter ni escasa conciencia de la realidad. En segundo lugar, ironizar no significa tomarse los hechos a chacota, sino llevarlos a un extremo absurdo para mostrar su anomalía.

Ésa era mi intención. Porque plantear que la buena democracia es la más barata indica una preocupante indigencia intelectual en quien deja atropellar su conciencia democrática bajo la obsesión de las restricciones presupuestarias. Pensar que nuestra democracia será mejor porque se reduzcan un 30% los concejales (dando a entender que se ahorrará un 30% en sueldos, lo cual no es cierto), revela una desorientación absoluta respecto de qué dota de calidad a una democracia. No se mide en el tamaño del parque móvil, sino en parámetros como la representatividad, el pluralismo, la separación de poderes, el imperio de la ley, la rendición de cuentas de los gobernantes. Todo ello, llevado a cabo con el menor gasto posible como criterio general, no porque estemos en crisis, sino porque el dinero de todos ha de ser gastado de forma eficaz siempre.

Tener más representantes no mejora algunos aspectos clave de la democracia; y tener menos tampoco la empeora. La cuestión no depende tanto del cuántos sean elegidos sino del cómo sean elegidos

Los efectos de la reforma municipal que planea el PP se ven claros con un ejemplo. Pongamos tres ayuntamientos de 10 concejales cada uno, que quedarían tras el recorte del PP en tres ayuntamientos de 6,6 concejales cada uno: se eliminan 9,9 concejales. Pero al haber menos representantes, los ciudadanos que votan a partidos pequeños quedarían excluidos, pues harían falta más votos para conseguir un concejal. En democracia gobierna la mayoría pero se respeta escrupulosamente a la minoría: ¿qué respeto pueden esperar aquellas personas cuya opción minoritaria es privada de representación? La reforma disminuirá la representatividad y el pluralismo, sin aumentar ninguna de las características de la democracia virtuosa.

Existen mejores opciones. Tomemos esos mismos tres ayuntamientos y fusionémoslos. El resultado sería un solo ayuntamiento de diez concejales. Habríamos ahorrado veinte (el doble), sin afectar a la representatividad ni al pluralismo. En este caso, tampoco mejoraría la separación de poderes ni la rendición de cuentas, lo que permite ver algo esencial: tener más representantes no mejora algunos aspectos clave de la democracia; y tener menos tampoco la empeora. La cuestión no depende tanto del cuántos sean elegidos sino del cómo sean elegidos.

¿Recuerdan la iniquidad de nuestra fabulosa Ley Electoral? Pues la propuesta del PP da una vuelta de tuerca más a la injusticia. Si a ello se suma la reforma de Feijoó en Galicia, para reforzar su poder; o expresiones de derrota lamentables en un presidente, como la de “no tenemos libertad”, da la impresión de que el Gobierno ha interpretado aquel célebre “no nos representan” como un mandato y no como una queja. Con la excusa de la crisis se quiere recortar en democracia para reforzar al maltrecho duopolio.

Y lo peor que podría ocurrirnos es el famoso síndrome de la rana hervida. Si uno pone una rana al fuego en una cacerola de agua fría y va subiendo la temperatura poco a poco hasta que hierve, la rana no reacciona y muere cocida. Por el contrario, si la echa en el agua hirviendo, saltará fuera y se salvará. Si lo van a hacer, que sea de una vez, para que los ciudadanos sientan el agua ardiendo y tengan tiempo de reaccionar.

Hace un par de días, escribí en Twitter: “Alguna gente piensa que la dictadura sale muy barata porque sólo hay que pagar un coche oficial”. Para mi sorpresa, hubo quien se lo tomó al pie de la letra, aunque otros, con buen criterio y parecida ironía, me recordaron que Franco también tenía motoristas.