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La rebelión de los jueces
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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La rebelión de los jueces

En pocas semanas, los jueces españoles se han movilizado y, a conciencia, con varios de los asuntos más graves que están ocurriendo en nuestro país: los

En pocas semanas, los jueces españoles se han movilizado y, a conciencia, con varios de los asuntos más graves que están ocurriendo en nuestro país: los desahucios, la nueva Ley de Tasas y los indultos. Su contribución para agitar la conciencia de la sociedad en el asunto de los desahucios, y con ello presionar al Gobierno, está fuera de duda. Tanto el documento de varios vocales del Poder Judicial –que éste se negó a respaldar como institución para su propio oprobio-, como el de los jueces decanos reclamando la dación en pago, han resultado fundamentales en la aprobación del decreto de medidas urgentes y la reforma legal que el Gobierno empieza ahora a tramitar.

A su preocupación por los desahuciados se suman sus protestas contra las tasas judiciales abusivas, que impedirán de hecho el acceso a los tribunales a cientos de miles de ciudadanos, ya depauperados y que se enfrentarán ahora a precios que los harán desistir. Ése es el concepto que el Gobierno tiene de sí mismo: lejos de verse como garante de derechos y libertades, se convierte en valladar frente a esos ciudadanos tiquismiquis, que no pierden la ocasión de plantear un pleito en cuanto tienen un día libre.

A su preocupación por los desahuciados se suman sus protestas contra las tasas judiciales abusivas, que impedirán de hecho el acceso a los tribunales a cientos de miles de ciudadanos, ya depauperados y que se enfrentarán ahora a precios que los harán desistir. Ése es el concepto que el Gobierno tiene de sí mismo: lejos de verse como garante de derechos y libertades

Lo más conmovedor es que los jueces no se movilizan en defensa de lo suyo, contra una merma de sueldo, por ejemplo, que sería en cualquier caso totalmente legítimo. Salen en defensa de otros: de los desahuciados a punto de perderlo todo, del ciudadano común privado de la defensa de sus derechos. Se trata de un acto de generosidad, pero sobre todo, es revelador de que los jueces creen en la Justicia y luchan por hacerla valer. Habrá quien les suponga ese compromiso como el valor se le supone al soldado, pero en una sociedad que, en medio de la peor crisis de que guarda memoria, se siente atacada por sus gobernantes y acusa a sus representantes públicos de no defender sus intereses, esa defensa de los valores que impregnan la profesión de juez merece ser reconocida. Reconcilia a la sociedad con el gremio judicial porque con su protesta nos dicen que los tenemos ahí en los momentos difíciles. Es algo de lo que no pueden presumir otros poderes del Estado.

Por último, han enarbolado también la bandera contra los indultos. En dos folios firmados por 200 jueces, se pronuncian contra el indulto a cuatro mossos, pero las lecciones magistrales que en ellos son también aplicables a los indultos a corruptos y banqueros practicados por este y el anterior Gobierno. De nuevo defienden, no lo particular, sino lo universal, el principio de igualdad ante la ley sin el cual una democracia no puede funcionar. Debemos alegrarnos del compromiso que ese estamento judicial generalmente callado y metódico está estableciendo con la sociedad. Debemos también valorarlo como síntoma de que el deterioro es muy grave y muy profundo.

En pocas semanas, los jueces españoles se han movilizado y, a conciencia, con varios de los asuntos más graves que están ocurriendo en nuestro país: los desahucios, la nueva Ley de Tasas y los indultos. Su contribución para agitar la conciencia de la sociedad en el asunto de los desahucios, y con ello presionar al Gobierno, está fuera de duda. Tanto el documento de varios vocales del Poder Judicial –que éste se negó a respaldar como institución para su propio oprobio-, como el de los jueces decanos reclamando la dación en pago, han resultado fundamentales en la aprobación del decreto de medidas urgentes y la reforma legal que el Gobierno empieza ahora a tramitar.