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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Restaurar lo obvio

Aseguraba Bertrand Russell que deberíamos poner mucho más interés en desvelar las contradicciones lógicas en que incurren las personas, pues tras ellas se esconden con frecuencia

Aseguraba Bertrand Russell que deberíamos poner mucho más interés en desvelar las contradicciones lógicas en que incurren las personas, pues tras ellas se esconden con frecuencia mentiras directas y prejuicios, cuando no una irrefrenable pereza mental.

En el mundo de la política, esa sutil falacia que es la contradicción lógica tiene carácter consuetudinario, y se ha convertido en uno de los pilares del cinismo que sustenta a este Gobierno. La frase redonda del dialecto oficial contiene uno de estos atentados a la lógica, una burda mentira, un par de manipulaciones y una acusación del tipo "y tú más". En esa combinación cifran muchos ministros su gran hazaña oratoria de los miércoles, ovacionada de forma pavloviana por los diputados del PP. Si el orador, además, ha añadido un anacoluto, el arrebato de la bancada es completo, pues la sintaxis refleja un estado del alma, y un pensamiento desestructurado logra su máxima coherencia en frases desguazadas.

El Gobierno puede opinar lo que quiera sobre el contrato único, pero como dice Savater, uno no tiene una opinión como tiene una nariz: las opiniones han de fundarse en hechos y argumentos. Ninguna de las dos cosas ha hecho Báñez en relación al contrato único indefinido (en realidad, en nada)

El eslogan es otra forma de falacia particularmente querida en el menguante universo gubernamental, encanijado hasta el límite en el caso del Ministerio de Trabajo. En el manual oratorio al uso, cualquier respuesta sobre el empleo, la contratación o el paro debe comenzar con la frase: "La única preocupación del Gobierno desde el minuto uno ha sido crear empleo".

Afirmar esto un día después de que las instituciones europeas hayan reconocido que se les olvidó considerar las consecuencias sobre el empleo de las políticas de austeridad resulta realmente pasmoso. Si el Gobierno de España ha aplicado las políticas indicadas por Bruselas -tal como nos explicó Rajoy en su día: "No somos libres"- y Bruselas no pensó en el empleo, ¿cómo ha podido el Gobierno estar preocupado por el empleo mientras aplicaba unas políticas olvidadas del empleo?

Contradicción lógica evidente -mentira, en términos coloquiales- y gran aplauso de los correligionarios.
¿Con qué quedarnos, pues de este Gobierno? ¿Con lo que dice y luego niega? ¿Con aquello de que acusa y antes ha practicado? No es que mientan, no es que nieguen la realidad; es que se niegan a sí mismos al tiempo que se reivindican, cuando corroboran y cuando refutan.

Sólo nos quedan sus actos para juzgarlos, que son muy elocuentes. Y también para restaurar lo obvio, como pedía Orwell. Esta semana hemos conocido un programa, ya puesto en marcha en Madrid, para que las oficinas de empleo prioricen, a la hora de ofrecer un empleo, a quienes cobran la prestación. La mentalidad que dejan al descubierto estas políticas es cruel. Excluir de antemano de las ofertas de empleo a quienes ya no cobran nada revela que, en los esquemas del Gobierno, todos los ciudadanos son meras máquinas ávidas de gastar, empeñadas en arruinar al Estado y romper las cuentas del ínclito Montoro. Bueno, todos los ciudadanos no. Algunos cientos de miles, cuya situación es crítica, ya han dejado de preocupar al Gobierno porque no le cuestan dinero. Por ellos se pueden pudrir en un cajero tapados por cartones. Y por desgracia, esto es tan obvio que no lo oculta ninguna propaganda.

Aseguraba Bertrand Russell que deberíamos poner mucho más interés en desvelar las contradicciones lógicas en que incurren las personas, pues tras ellas se esconden con frecuencia mentiras directas y prejuicios, cuando no una irrefrenable pereza mental.