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Política y periodismo ‘on the rocks’
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Política y periodismo ‘on the rocks’

Me contaba el otro día un camarero del Congreso que ahora se sirve un 10% de los gin-tonic que se ponían hace 20 años. Me pareció

Me contaba el otro día un camarero del Congreso que ahora se sirve un 10% de los gin-tonic que se ponían hace 20 años. Me pareció un dato relevante, incluso contando con su carácter aproximativo, por dos razones. La primera es el agradable cambio cultural que, con esa reducción del consumo de alcohol en horas de trabajo, iguala al Congreso con el mundo exterior: desapareció de los bares el serrín, el sol y sombra madrugador, el palillo amarillento entre los dientes. 

Aseguraba hace unos días el presidente del Congreso, Jesús Posada, que el pliego de condiciones para explotar la cafetería a precios reducidos, se había confeccionado "como siempre". Éste es el problema evidente: el "como siempre" del poder frente a la excepción para la población general.  Finalmente, la Mesa del Congreso se ha percatado de la excepcionalidad de que todo siguiera igual y ha aceptado que las bebidas alcohólicas de alta graduación se vendan a precio libre. A ver si el próximo escándalo se ataja antes de ser publicado.

Lo llamativo es que, habiendo tantos periodistas en el Congreso, el caso de los gin-tonic haya salido a la luz ahora, justo cuando su consumo se ha convertido en residual. Esto significa que para una gran parte de la prensa -la que también tomaba cubatas a precio de saldo- el "como siempre" es el modo correcto de proceder, mientras otra ha encontrado un filón en los aspectos anecdóticos de la vida parlamentaria que, en estos momentos, y no hace 20 años, satisfacen la ira de muchos ciudadanos contra los políticos. El populismo es una forma de hacer política, pero también de hacer periodismo. 

Pido sólo que se conceda la misma relevancia informativa a los gin-tonic que a la reforma del Reglamento, aun sabiendo que es esta última la que realmente puede cambiar nuestra democracia y nuestras vidasUna de las obligaciones de la prensa -probablemente la más incumplida- es ser ecuánime, es decir, abordar asuntos equivalentes con la misma óptica. Mal está subvencionar los gin-tonic en el Congreso. Y mal está presentar el asunto como un privilegio de políticos y no como parte de una realidad extendida: también en las universidades públicas, los hospitales, los ministerios, etc., existen este tipo de concesiones que ofrecen precios bajos porque la empresa adjudicataria no paga gastos corrientes tales como el agua y la luz. 

De los medios públicos y los concertados, por desgracia, no podemos en este momento esperar mucho más que una defensa cerrada de los malos hábitos del bipartidismo. Los pocos que no son ni una cosa ni la otra, pueden realizar una gran contribución al debate político sustantivo que necesita nuestro país. Ni siquiera pido que se dé importancia a los debates fundamentales del Congreso y se deje de lado lo anecdótico. Pido sólo que se conceda la misma relevancia informativa a los gin-tonic que a la reforma del Reglamento, aun sabiendo que es esta última la que realmente puede cambiar nuestra democracia y nuestras vidas. Y soy consciente de que esta petición tan de mínimos viene a confirmar la magnitud del deterioro que vive tanto la política como el periodismo.

Me contaba el otro día un camarero del Congreso que ahora se sirve un 10% de los gin-tonic que se ponían hace 20 años. Me pareció un dato relevante, incluso contando con su carácter aproximativo, por dos razones. La primera es el agradable cambio cultural que, con esa reducción del consumo de alcohol en horas de trabajo, iguala al Congreso con el mundo exterior: desapareció de los bares el serrín, el sol y sombra madrugador, el palillo amarillento entre los dientes.