Es noticia
Blanca y Montserrat… y el silencio
  1. España
  2. Palabras en el Quicio
Irene Lozano

Palabras en el Quicio

Por

Blanca y Montserrat… y el silencio

En medio de la podredumbre de los días, liberan a Blanca Thiebaut y a Montserrat Serra. Y una quiere soltar los trastos de la política -no,

En medio de la podredumbre de los días, liberan a Blanca Thiebaut y a Montserrat Serra. Y una quiere soltar los trastos de la política -no, del politiqueo nauseabundo e indecente- para escribir un texto fieramente humano, como el ángel de Blas de Otero. La noticia me sorprende con una columna a medio hacer sobre el silencio de Rajoy. Cuánto no habremos escrito y dicho ya sobre ese mutismo ensordecedor. Me asaltan las dudas sobre si arrojar a la papelera esa columna medio escrita, palabras sobre silencios, y escribir una nueva acerca de las cooperantes recién liberadas, acerca de Blanca y Montserrat.

Quizá el texto me quede sentimental, es el mayor riesgo en estos casos. Quizá falte a mi deber alejándome del debate político de esta semana (y de la próxima): esa amenaza de moción de censura que se cierne sobre Rajoy si no da explicaciones al Congreso. Vuelvo a dudar: las últimas noticias hablan de cómo parece haber hecho mella en el presidente el editorial de Financial Times instándole a comparecer. Me tienta seguir con la indagación sobre esa extraña obediencia que muestra Rajoy hacia todo aquello que le dicen en una lengua extranjera.

MsF tiene el enorme mérito de no haber dejado de pensar en sus cooperantes ni un solo día, de haber trabajado tenazmente hasta conseguir su liberación. Y de haberlo hecho en silencio. También nos pidió discreción a los grupos parlamentarios, para facilitar su labor. Brindo estas explicaciones a quienes nos preguntaban por qué no hacíamos nada respecto al secuestro, por qué no interpelábamos al ministro, por qué no exigíamos explicaciones

Pero las últimas buenas noticias proceden de Yibuti, donde ya se encuentran Blanca y Montserrat cuando escribo. Cuando usted lea estas líneas, estarán en un avión militar español camino de Torrejón o quizá sus familias ya las hayan podido abrazar. Me conmuevo. Y así no se puede escribir. Detesto el sentimentalismo, aunque Chesterton se acerca a mi oído para mostrarme su indulgencia: “Sentimentales son aquellos que no saben expresar sus sentimientos de otra manera”. No sería tan grave, viene a decir.

En ese momento, suena mi teléfono. Es un responsable de Médicos sin Fronteras (MsF), la ONG a la que pertenecen ambas cooperantes. Le doy la enhorabuena. Me agradece que no hayamos hecho ruido, tal como nos pidió en una reunión, hace ya muchos meses, demasiados meses. En casos de secuestros como el que han padecido Blanca y Montserrat, el estado de opinión en los países de origen es un aspecto importante en la negociación. A mayor perfil político y mediático del asunto, más exigen los secuestradores, que están al tanto de todas las noticias en este mundo interconectado.

MsF tiene el enorme mérito de no haber dejado de pensar en sus cooperantes ni un solo día, de haber trabajado tenazmente, en todos los detalles, hasta conseguir su liberación. Y de haberlo hecho en silencio. También nos pidió discreción a los grupos parlamentarios, para facilitar su labor. Brindo estas explicaciones a quienes nos preguntaban por qué no hacíamos nada respecto al secuestro, por qué no interpelábamos al ministro, por qué no exigíamos explicaciones. Sí hacíamos algo: el silencio público. Hoy felicitamos al Gobierno de España porque Blanca y Montserrat están de vuelta. Ya hablaremos de lo demás. Porque sigo sin resolver mis dudas literarias y no puedo evitar pensar que en política existen silencios fructíferos y silencios mortales; que los hay activos y esperanzados, mientras otros son pasivos y desdeñosos. Existe toda una tipología del silencio en política, aunque a estas alturas ya no voy a rescatar de la papelera la media columna que tenía escrita.

En medio de la podredumbre de los días, liberan a Blanca Thiebaut y a Montserrat Serra. Y una quiere soltar los trastos de la política -no, del politiqueo nauseabundo e indecente- para escribir un texto fieramente humano, como el ángel de Blas de Otero. La noticia me sorprende con una columna a medio hacer sobre el silencio de Rajoy. Cuánto no habremos escrito y dicho ya sobre ese mutismo ensordecedor. Me asaltan las dudas sobre si arrojar a la papelera esa columna medio escrita, palabras sobre silencios, y escribir una nueva acerca de las cooperantes recién liberadas, acerca de Blanca y Montserrat.

Secuestros Activos