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Rajoy y el grado cero de la política
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Rajoy y el grado cero de la política

El presidente del Gobierno compareció en el Congreso de los Diputados en calidad de no-testigo. Durante años, como presidente del PP, trabajó mano a mano con

El presidente del Gobierno compareció en el Congreso de los Diputados en calidad de no-testigo. Durante años, como presidente del PP, trabajó mano a mano con un presunto delincuente, pero no se enteró de nada hasta que el caso Gürtel estalló en los tribunales y en la prensa: él estaba allí mucho antes, pero como no-testigo, nada vio, nada oyó y nada autorizó.

Se trata, obviamente, de una falsedad. Pero consideremos por un instante que fuera verdad. Igualmente quedaría inhabilitado para gobernar quien tiene junto a él durante nueve años a un ladrón y no se da cuenta. ¿Cómo confiarle el país a un tipo así? Su celebrado "mea culpa" es también una falsedad. Si fuera sincero, nada más afirmar que se equivocó habría puesto su cargo a disposición del Congreso, pues nadie en su sano juicio puede esperar que un error de tamaña magnitud se salde con un par de golpes de pecho.

En realidad, todo el discurso de Rajoy fue una inmensa mentira, una fabricación más preocupante, a estas alturas, que la existencia de fondos de reptiles en el PP. Lo de menos es si los SMS de ánimo a Bárcenas niegan su pretendida desvinculación del extesorero, que también. Lo escalofriante es ver cómo la construcción global que hizo del asunto equivale al grado cero de la política.

En realidad, todo el discurso de Rajoy fue una inmensa mentira, una fabricación más preocupante, a estas alturas, que la existencia de fondos de reptiles en el PP. Lo de menos es si los SMS de ánimo a Bárcenas niegan su pretendida desvinculación del extesorero, que también

Según Rajoy, las acusaciones contra él son calumnias que no están probadas en los tribunales y, por tanto, no tienen ningún valor. Así lo repitió de mil modos. "Sólo corresponde a los jueces establecer la verdad", aseguró. No es así: los jueces establecen los delitos y, para ello, determinan los hechos probados. Se trata de la verdad judicial, pero ésta es distinta de la verdad política, que conduce directamente a su responsabilidad, por acción o por omisión. Otra de sus perlas heladoras: "Cuando el poder judicial se hace cargo de una materia no debe el poder legislativo disputarle la competencia", es decir, que el Congreso -los representantes de los ciudadanos- no han de hacer nada en tanto no se pronuncien los tribunales. "Dejemos que los jueces trabajen", insistió.

Su planteamiento resulta simple: mientras no se sustancie penalmente el asunto, nada debe hacer la política, ni siquiera debatir sobre ello, pues hacerlo equivale a dar alas a un delincuente. Resulta terrible pensar que podamos estar ante un caso de financiación ilegal de un partido político, cobro de sobresueldos ilegales de cargos públicos, cohecho, etcétera, y que el presidente piense que la política no tiene nada que decir. Se trata de la más severa negación de la política que he escuchado nunca. Porque es un hecho que nombró tesorero a un presunto delincuente. Realizar un nombramiento en la cúpula de un partido no tiene relevancia penal, pero sí política. Pagar el abogado a Bárcenas no es un delito, pero sí tiene significado político. Mandarle SMS dándole ánimos, o facilitar una entrada suave a su mujer en la Audiencia, tampoco son delitos; pero son actos plenos de significado político. Nunca los perseguirá un juez, pero quien los lleva a cabo tiene que saber que resultan políticamente inaceptables. Y esto es exactamente lo que negó ayer el presidente: que haya nada que fiscalizar respecto a su actuación, más allá de lo que los jueces establezcan, un punto de vista que le obliga a cerrar el Parlamento, ya que para él no existe el concepto de responsabilidad política ni el de rendición de cuentas.

En el fondo, su visión encaja con el cinismo imperante, con esa creencia de que en política se puede afirmar cualquier cosa, por muy tenue que resulte su conexión con la realidad. Está convencido de que si una idea se repite con insistencia, acabará conformando un relato -en este caso, que el engañado fue el propio presidente y su partido- que será creído por al menos una parte de la población. Si esa proporción es suficientemente grande como para sustanciarse en un buen resultado electoral, la fabricación habrá triunfado.

Rajoy pertenece a una estirpe de políticos convencidos de que lo importante no es la realidad, sino la percepción de la realidad que tienen los ciudadanos. Ayer trató de cambiarla mostrándose como víctima de una calumnia, como un pobre hombre honrado que se equivocó

Esa visión del discurso del poder como fabricador de realidad resulta consecuente con otro par de frases literales del presidente ayer: "Tenemos que conseguir que los ciudadanos vuelvan a sentirse confiados en la política", aseguró. No dijo: "tenemos que hacer una política digna de la confianza ciudadana". Y el matiz es importante, porque demuestra hasta qué punto le preocupa, no la realidad de las instituciones, sino la percepción que de ellas tienen los ciudadanos. Lo mismo cabe decir de esta otra frase: "Es importante frenar el deterioro de la imagen de los políticos". No habló de "frenar los malos comportamientos de los políticos", sino la mala imagen.

Rajoy pertenece a una estirpe de políticos convencidos de que lo importante no es la realidad, sino la percepción de la realidad que tienen los ciudadanos. Ayer trató de cambiarla mostrándose como víctima de una calumnia, como un pobre hombre honrado que se equivocó. Mentiras de apenas unos minutos a cambio de las cuales pagó un alto precio. Su afirmación de que entre el poder -o sea, él- y los tribunales no hay nada, es disolvente para la democracia. Encanija aún más la política española. La reduce al grado cero. La convierte en humo, en polvo, en sombra... Ya saben cómo acaba el soneto.

El presidente del Gobierno compareció en el Congreso de los Diputados en calidad de no-testigo. Durante años, como presidente del PP, trabajó mano a mano con un presunto delincuente, pero no se enteró de nada hasta que el caso Gürtel estalló en los tribunales y en la prensa: él estaba allí mucho antes, pero como no-testigo, nada vio, nada oyó y nada autorizó.

Luis Bárcenas Caso Gürtel
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