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Ayer soñé que soñaba
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Ayer soñé que soñaba

La señora Lozano está de vacaciones y ha grabado junto a su tumbona aquellas palabras que Groucho Marx quiso para su epitafio: "Disculpen que no me

La señora Lozano está de vacaciones y ha grabado junto a su tumbona aquellas palabras que Groucho Marx quiso para su epitafio: "Disculpen que no me levante". Hemos venido a Playa Moribundia, donde sólo se oye la cigarra y las leves sacudidas del toldo a cada rato, como arritmias cardiacas del viento. Ella ha dejado de hablar, porque cuando llegamos aquí se quitó la lengua y la puso sobre la almohada. Las últimas palabras que pronunció fueron: "Necesita una profunda cura de reposo".

Lleva días sin decir nada. Me da instrucciones a través de notas manuscritas con un título cuyo significado no siempre comprendo. Soy avispado, pero si una orden empieza: "Ser y no saber nada", la verdad, no sé qué hacer.  La de hoy se titulaba: "Ayer soñé que soñaba". A continuación, figuraba la lista de encargos: "Traer pollo asado, arreglar pinchazo bici, escribir columna Confi". ¿Cómo? Me quedé perplejo..., estupefacto... ¿Pero esta mujer no sabe que hay cosas que un mayordomo nunca podría hacer? Esto me sobrepasa, Dios mío, ¡si yo jamás he reparado un pinchazo!

En fin, tendré que salir del trance inspirándome en las veces que se lo he visto hacer a ella, porque soy muy observador, y eso me ha sacado de muchos aprietos en mi vida. Decido escribir el artículo rápido y dejar lo de la bici para el final.  Pongo todos los periódicos sobre la mesa, como ella, y abro la pantalla del ordenador.  A mi izquierda su cuaderno de notas de los últimos días, donde encuentro prácticamente el trabajo hecho.

Para que nuestro Gobierno acierte en lo de Gibraltar es fundamental que la redacción de un nuevo tratado no la lleve a cabo ni el que hizo la lista de peticiones de indulto a Marruecos, ni el que escribió el comunicado de condolencias de Moncloa por el accidente de Santiago

El Gobierno español no quiere fisuras, ha puesto un bloque de hormigón sobre la tumba de Oswaldo Payá y otro sobre la reja de Bárcenas. Y ha dejado a Margallo de guardia. Se trata de un ministro (según una nota de mi señora), que no se presenta en los foros internacionales diciendo "Nice to meet you", sino "Gibraltar español". Pero ¿puede un hombre solo reescribir el Tratado de Utrecht? No lo descarten, un hombre solo puede mucho: ahí está Carromero.

Gracias al entrenamiento para distinguir la mentira de la verdad que nos da el Gobierno, algo hemos aprendido: no hay dudas de que alguien dice la verdad cuando ésta le perjudica (texto literal de mi señora). Para que nuestro Gobierno (ella siempre dice que es de todos, no sé yo) acierte en lo de Gibraltar es fundamental que la redacción de un nuevo tratado no la lleve a cabo ni el que hizo la lista de peticiones de indulto a Marruecos, ni el que escribió el comunicado de condolencias de Moncloa por el accidente de Santiago. A ver si en esta vorágine vamos a firmar la entrega de Menorca a los británicos de nuevo.

Entretanto Olli Rehn -que anota todo en su libreta de despropósitos- ha pedido que le rebajen el sueldo a Margallo un 10%. El ministro ha contestado: "Gibraltar español; bájatelo tú, ¿no te jode?". Dicen que en la última reunión de Bruselas, el presidente del Gobierno, aturullado como está, confundió al comisario con un comisionista y le cogió el maletín. Ahí se desencadenó la ira de Rehn contra los españoles. En el PP están tranquilos porque no ha dicho nada de los sobresueldos.

España dormita en plena canícula (siempre quise escribir esta palabra, que ella odia) y temo que cuando volvamos a Madrid, nos encontremos con que los ladrones nos han saqueado otro 10% de lo que dejamos allí. Yo por si acaso, voy a escribir un 10% menos, así me pongo ya con la bici. Si mi señora me despide, siempre pondré mandar el currículum a Moncloa, negociado de comunicados y notas, ofreciéndome como "negro con referencias". Y si hoy tengo el día inspirado y resuelvo todo, hasta podría arreglarle los pinchazos a Margallo.

La señora Lozano está de vacaciones y ha grabado junto a su tumbona aquellas palabras que Groucho Marx quiso para su epitafio: "Disculpen que no me levante". Hemos venido a Playa Moribundia, donde sólo se oye la cigarra y las leves sacudidas del toldo a cada rato, como arritmias cardiacas del viento. Ella ha dejado de hablar, porque cuando llegamos aquí se quitó la lengua y la puso sobre la almohada. Las últimas palabras que pronunció fueron: "Necesita una profunda cura de reposo".

Gibraltar Moncloa