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La justicia local es la misma que la universal
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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La justicia local es la misma que la universal

Nos recortan todo lo universal mientras imponen la hegemonía de su mirada cateta. Véanlo, que son los hechos: liquidan la jurisdicción universal, para que sólo nos

Nos recortan todo lo universal mientras imponen la hegemonía de su mirada cateta. Véanlo, que son los hechos: liquidan la jurisdicción universal, para que sólo nos incumba la injusticia que se alcance a ver desde el campanario. Por vía de urgencia y lectura única, arrollando al Parlamento e impidiendo el debate. Nos convierten en el país que hubiera abandonado a su suerte a Primo Levi, a Anna Frank, a los españoles muertos en Mauthausen. Quieren que todo lo humano nos sea ajeno, y nos preocupemos sólo de aquello que incumbe a las elites corruptas, estén aquí, en Pekín o en Barcelona. Cuando ya nos hayan vuelto completamente egoístas, nos pareceremos a ellos, los que nos gobiernan: más celosos de su chiringuito que de impulsar al país.

Nos cercenan la sanidad universal, para que nos despreocupemos también de los inmigrantes irregulares y sus problemas de salud. Remata la faena de la indiferencia un tipo que ha llegado a director de la Guardia Civil gracias a las plantas trepadoras que se cultivan en los partidos. Atención al acontecimiento prodigioso: tiene menos formación que un guardia civil. Con quince cadáveres bajo el agua, este señor ha espoleado a las ONG para que se ocupen de cómo trabajan los guardias civiles. Señor, no, señor: de cómo trabajan los guardias civiles se ocupa usted. Para eso le pagamos un sueldo los españoles. Las ONG se ocupan de lo que les da la gana: de los otros, generalmente, los que usted quiere eliminar de nuestro campo de visión.

Al parecer todavía hay dudas sobre qué tipo de país saldrá de todo esto. Fingen ignorar en qué nos convertiremos si nos convencen –en este mundo plano e interconectado– de mirar corto

Todo confluye en la misma dirección. A propósito de la reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha que lamina el pluralismo político y convierte la política autonómica en un pasatiempo de ricos, el PP defendía esta semana en el Congreso la soberanía inalienable de esa comunidad autónoma. El terruño, el terruño, gritan todos, sólo porque así a las elites locales les resulta más fácil blindar su poder, opacarlo y evitar que ningún otro poder los controle. La Generalitat de Cataluña, en vanguardia; sin percatarse de que quienes verdaderamente pueden esgrimir una veintena de apellidos de la tierra son los caracoles.

Al parecer todavía hay dudas sobre qué tipo de país saldrá de todo esto. Fingen ignorar en qué nos convertiremos si nos convencen –en este mundo plano e interconectado– de mirar corto. La casualidad ha querido que esta semana hayan tenido lugar en el Congreso debates de principios: sobre la justicia universal, sobre el plan soberanista del Parlamento catalán.

Hemos dicho, con toda claridad, que nos concierne Cataluña porque nos concierne España. Que nos conciernen Venezuela y Ucrania, el genocidio en el Tíbet y la muerte de Couso, Ellacuría, Soria. Que nos incumbe evitar la extradición del disidente kazajo Alexander Pavlov, al que hemos conseguido retener en España un poco más, y así evitarle torturas y maltrato: no está mal. Hemos dejado sentado que construir una ciudadanía española mejor es nuestra forma de contribuir a un mundo más democrático y más libre. Hemos repudiado a los tiranos que quieren saltarse la ley: en Madrid, en Barcelona, en Astaná o en Pekín. Ellos exaltan la diferencia, pero hay que ver cómo se parecen entre sí las elites corruptas.

Nos recortan todo lo universal mientras imponen la hegemonía de su mirada cateta. Véanlo, que son los hechos: liquidan la jurisdicción universal, para que sólo nos incumba la injusticia que se alcance a ver desde el campanario. Por vía de urgencia y lectura única, arrollando al Parlamento e impidiendo el debate. Nos convierten en el país que hubiera abandonado a su suerte a Primo Levi, a Anna Frank, a los españoles muertos en Mauthausen. Quieren que todo lo humano nos sea ajeno, y nos preocupemos sólo de aquello que incumbe a las elites corruptas, estén aquí, en Pekín o en Barcelona. Cuando ya nos hayan vuelto completamente egoístas, nos pareceremos a ellos, los que nos gobiernan: más celosos de su chiringuito que de impulsar al país.

Guardia Civil Castilla-La Mancha