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Globalizados e indiferentes
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Globalizados e indiferentes

A medida que el mundo se vuelve más pequeño, las distancias se hacen más grandes. Resulta increíble que esté ocurriendo, pero la globalización no nos está

A medida que el mundo se vuelve más pequeño, las distancias se hacen más grandes. Resulta increíble que esté ocurriendo, pero la globalización no nos está transformando en ciudadanos más interesados por el mundo alrededor. Tampoco el flujo incansable de noticias 24/7 nos está haciendo gente más informada.

Recuerdo los tiempos en que se discutía con pasión a mi alrededor acontecimientos tan lejanos como la revolución sandinista en Nicaragua o la Perestroika de Gorbachov en la Unión Soviética. Eran los tiempos en que las fronteras de los Estados-nación seguían perfectamente delimitadas bajo la lógica secular de Westfalia. El poder de los gobiernos no estaba limitado por instituciones supranacionales, ni por esos espasmos de los famosos “mercados” que se producen a cualquier hora del día o de la noche porque Japón abre cuando Wall Street cierra.

Resulta inconcebible la superficialidad con que los medios de masas, especialmente la radio y televisión, abordan los grandes conflictos que tienen lugar en distintas partes del mundo

Ahora sucede lo contrario. El poder de los gobiernos está limitado, las grandes discusiones políticas (inmigración, terrorismo, evasión fiscal) o se mantienen en términos globales o, sencillamente, no tienen sentido. Con toda propiedad podemos decir hoy que nada de lo humano nos es ajeno. Ni lo son los inmigrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo, ni la anexión rusa de Crimea, ni las protestas de los brasileños contra el Mundial. Hoy más que nunca nuestra estabilidad depende de que Ucrania sea estable, y nuestra democracia está amenazada porque las reglas de países oligárquicos, como China, cruzan las fronteras y se materializan en cambios en nuestra legislación, como hemos visto recientemente respecto a la reforma de la jurisdicción universal. En este contexto, resulta inconcebible la superficialidad con que los medios de masas, especialmente la radio y televisión, abordan los grandes conflictos que tienen lugar en distintas partes del mundo.

El peor ejemplo es, con diferencia, el de Venezuela. En este caso, ni siquiera la cercanía histórica, cultural y comercial, ha conmovido a los fabricantes de noticias. Las protestas estudiantiles están llevando al país a una situación límite. Ya son 24 los muertos en unas manifestaciones que comenzaron siendo pacíficas, contra el desabastecimiento de alimentos, la pésima situación económica y la corrupción del chavismo. Todo está derivando en un enfrentamiento callejero descontrolado –con la actuación de esbirros del Gobierno incluida– donde los ciudadanos tienen todas las de perder. Los últimos muertos, de ayer mismo, y la amenaza del presidente Maduro de tomar “medidas drásticas” hacen temer lo peor.

¿Puede estar ocurriendo que a medida que el mundo es más cosmopolita el periodismo se esté volviendo más aldeano? ¿Hasta qué punto son los medios responsables de la indiferencia?

Sin embargo, no veo a mi alrededor preocupación, sino indiferencia: entre los españoles en general, y entre los políticos en particular. El martes se aprobó en el Congreso una iniciativa de UPyD en defensa de la democracia y los Derechos Humanos en ese país hermano, y contó con el apoyo de 296 diputados. Los grandes periódicos españoles no publicaron ni una línea. ¿Puede estar ocurriendo que a medida que el mundo es más cosmopolita el periodismo se esté volviendo más aldeano? ¿Hasta qué punto son los medios responsables de la indiferencia?

Mientras, no dejan de llegar a mi correo y mi cuenta de Twitter mensajes desde Venezuela. Unos contienen rabia; otros, miedo; casi todos acusan la soledad y la indiferencia a que parecen condenados. Reproduzco sólo uno, con su desesperación: “En estos momentos nos están ametrallando, ya hay otro joven muerto y el mundo nos ignora. Nos matarán a todos y al mundo le dará igual. Venezuela se desangra. Ayúdenos”.

Me conmovió, y no sabiendo cómo sacudir la indiferencia general, decidí hacer lo que siempre he hecho: contarlo. Ahora ya lo saben.

A medida que el mundo se vuelve más pequeño, las distancias se hacen más grandes. Resulta increíble que esté ocurriendo, pero la globalización no nos está transformando en ciudadanos más interesados por el mundo alrededor. Tampoco el flujo incansable de noticias 24/7 nos está haciendo gente más informada.

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