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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Oigan, escuchen

Uno de los tópicos parlamentarios más extendidos asegura que los políticos españoles hablan mal. En realidad, escuchan mucho peor de lo que hablan. Esa ineptitud para

Foto: Integrantes del Movimiento 15M durante una manifestación celebrada en la Puerta del Sol. (EFE)
Integrantes del Movimiento 15M durante una manifestación celebrada en la Puerta del Sol. (EFE)

Uno de los tópicos parlamentarios más extendidos asegura que los políticos españoles hablan mal. En realidad, escuchan mucho peor de lo que hablan. Esa ineptitud para la escucha queda muy a la vista en la reacción avant la lettre a la encuesta del CIS que se publicará el lunes, y que ya está provocando el patatús de algunos capitostes. En el PP se dicen muy asustados por el éxito de Podemos, que parece ser una de las mayores preocupaciones del presidente Rajoy. Así las cosas, el PP y el Gobierno –y supongo que todos los partidos, incluido el mío– preparan una respuesta a esa encuesta que se conocerá el lunes. Y digo yo, ¿en lugar de pensar qué vamos a decir, por qué no pensamos qué vamos a escuchar? ¿Por qué no reflexionamos sobre el significado de lo que está ocurriendo?

Podemos es un síntoma de la enfermedad de nuestra democracia. Es el reflejo de la desesperación que la gente siente, en el plano individual por sus expectativas frustradas, pero también en el ámbito colectivo, porque el desempeño de las elites políticas está muy por debajo de lo que somos capaces de hacer como país. En los últimos años los ciudadanos han visto cómo nos mentían sin pudor, haciendo lo contrario de lo prometido (esto vale para el PP y para el PSOE); cómo esos mismos robaban y saqueaban las arcas públicas mientras pedían ajustes a los demás. Los ciudadanos han visto que se les recortaban los servicios públicos y se les aumentaban los impuestos, sin poder hacer nada. Han experimentado la impotencia de protestar sin que los gobernantes siquiera acusaran recibo. Se han desgañitado gritando en las calles contra la pérdida de poder, derechos y salarios, para nada. Han sentido miedo ante lo que sus representantes eran capaces de hacer contra la gente sin siquiera explicarlo.

Desde mayo, en cambio, son el PP y el PSOE quienes han empezado a sentir miedo, porque la suma de sus votos ha bajado del 50% por primera vez en la historia de España. Se asustan ahora esos mandamases a los que nada ha conseguido asustar: ni las paralizaciones de desahucios, ni los juicios a los ladrones –muchos iniciados por UPyD– ni las mareas. Ahora, como pedía el 15M, el miedo ha cambiado de bando. Ahora mucha gente piensa: igual que yo temo que mi hijo no tenga una beca y que mi país no tenga futuro, ahora esas bestias insensibles también tienen miedo. Al fin. Si Podemos les da miedo, hagamos que aumente.

Aquí entra El Príncipe en escena. Aseguraba Maquiavelo que para el gobernante “es mucho más seguro ser temido que ser amado”. Los dirigentes de los partidos viejos saben hace años que no son amados y durante algún tiempo eligieron ser temidos por una ciudadanía hastiada de atropellos, recortes y frustración. Pero en democracia, también el amor y el miedo juegan en sentido inverso, pues el poder –aunque tarde cuatro años en llegar– está en el voto. En esta crisis los ciudadanos se han dado cuenta de que no sólo han dejado de ser amados por sus dirigentes, sino también respetados. Y entonces, como Maquiavelo recomendaba para conservar el poder, han decidido ser temidos. Eso es lo que deja traslucir el auge de Podemos, nada más. Si ante este fenómeno el establishment sigue sordo, quebrará definitivamente.

Escuchen, por favor. Demuestren a la gente que en democracia mandan los ciudadanos y no una cuadrilla de ladrones; expulsen a los corruptos para siempre, renuncien a privilegios y pongan el control de los partidos en instituciones independientes. Sólo así la gente se volverá a sentir respetada. Si siguen haciendo políticas que induzcan el miedo a la gente, ésta responderá con un miedo recíproco.

Uno de los tópicos parlamentarios más extendidos asegura que los políticos españoles hablan mal. En realidad, escuchan mucho peor de lo que hablan. Esa ineptitud para la escucha queda muy a la vista en la reacción avant la lettre a la encuesta del CIS que se publicará el lunes, y que ya está provocando el patatús de algunos capitostes. En el PP se dicen muy asustados por el éxito de Podemos, que parece ser una de las mayores preocupaciones del presidente Rajoy. Así las cosas, el PP y el Gobierno –y supongo que todos los partidos, incluido el mío– preparan una respuesta a esa encuesta que se conocerá el lunes. Y digo yo, ¿en lugar de pensar qué vamos a decir, por qué no pensamos qué vamos a escuchar? ¿Por qué no reflexionamos sobre el significado de lo que está ocurriendo?

Mariano Rajoy UPyD