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Canguelo en la Cope. ¿Negocios espurios?
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Graciano Palomo

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Canguelo en la Cope. ¿Negocios espurios?

La omertá es sinónimo de esas familias italianas que en ocasiones penetraron en los muros del Vaticano. De modo que nada tiene de extraño que en

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Canguelo en la Cope. ¿Negocios espurios?
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La omertá es sinónimo de esas familias italianas que en ocasiones penetraron en los muros del Vaticano. De modo que nada tiene de extraño que en obras pías o cristianodemócratas puedan crecer elementos que se aprovechan de las casullas o los cepillos santos para medrar personalmente.

El capo de ellos por delegación cardenalicia, Fernando Giménez Barriocanal. Me juran dentro del entorno roucovarelístico, que es un tipo honrado, trabajador, austero y capacitado, como corresponde a todo neocatecumenal (kiko) que se precie, pero que no pondrían la mano en el fuego por el llamado “trío de la petaka” y sus intereses cruzados.

Ese trío pasa por el consejero delegado, el director financiero y el director comercial, al que circunstancialmente se suma algún que otro plumilla. ¿Me entienden? Estoy hablando de jurdó. Y ahí me quedo… por hoy. Lo cual impedirá que se me pueda oír en sus micrófonos o ver en su tele tonta. 

Pues bien, los resultados de COPE son un desastre sin paliativos. En audiencia y euros, naturalmente. El nuevo y colosal fracaso de Ernesto Sáenz de Buruaga pone en cuestión todo el andamiaje laboral en esa casa. Tampoco tira la tarde y escasamente la noche. Los deportes de los “manolos” se comen todo lo que facturan y Barriocanal, con esa calculadora que le facilitó la Divina Provindencia, tiene que dar muchas explicaciones a los ensotanados porque, acto seguido, tiene que salir el repeinado y atildado jesuita Martínez Camino con argumentos peregrinos. Chorradas que le tabulan los enemigos de la Iglesia y la fonoteca de la cadena SER engorda. Y qué decir de la tele que todavía gestiona Antonio García Ferreras, que aprovecha cualquier desliz de estos mosenes encabronados para hacernos creer que una golondrina hace verano.

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La omertá es sinónimo de esas familias italianas que en ocasiones penetraron en los muros del Vaticano. De modo que nada tiene de extraño que en obras pías o cristianodemócratas puedan crecer elementos que se aprovechan de las casullas o los cepillos santos para medrar personalmente.