El clamor popular se estrella contra el ministro ‘bluf’ del Opus

Mi amigo Javier Garrido me va a llamar ‘ipso facto’ para poner el grito en el Opus Dei porque me atrevo a mezclar la Obra con el desnortado ministro De Guindos. Porque la ofensiva, perfectamente descriptible en los ambientes populares, contra el ministro de Economía y Competitividad tiene mucho que ver con su cercanía a la fundación de San Josémaría, afincada, claro está, en el desastre de gestión y en unos resultados catastróficos para el cuitado Reino de España.

Como se lo escribo. Luis de Guindos llevaba casi un año antes del 20-N (elecciones generales que llevarían a Mariano Rajoy al poder) vendiéndose como si fuera caballo cuatralbo. Ante el jefe del PP, ante empresarios, banqueros y periodistas ultraliberales, esos mismos que abrevan en FAES, que presumen del ‘Financial Times’ y no leen inglés, los mismos que tienen tertulias políticas sin espectadores, y resulta que el gallego compró una mercancía averiada. En su encargo esencial –convencer a los mercados y al mundo internacional de la “certeza española” y de la bondad marianista- arroja un fracaso sin paliativos y es más difícil que pueda convencer al todopoderoso Wolfgang Schauble de nada a que le podamos ver luciendo melena en ristre.

El cabreo con este ministro, que ni siquiera es militante del PP, en las altas esferas del partido se puede tabular desde las ocho de la mañana de un día cualquiera. Lo último es el desastre de Bankia. Le ha puesto la puntilla el presidente del BCE, Mario Draghi, que junto con el abuelete Monti vienen madrugando a este ejecutivo de Lehman Brothers que tiene todo para entrar en la galería argentina: comprarle en lo que vale y venderle en lo que dice que vale.

De una próxima crisis de gobierno (¡que la habrá!) no le salva ni su fan más talibanesco,  Carlos Cuesta. Salvo que opere un milagro –que todo es posible- el hombre más preclaro de Barbastro. Entonces, oiga, sí es posible.