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Al Rey no le dejan jubilarse
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Graciano Palomo

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Al Rey no le dejan jubilarse

Uno de los más señeros visitadores desde hace más de 40 años del Palacio de La Zarzuela me lo relata con pelos (regios) y señales.

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Al Rey no le dejan jubilarse
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Uno de los más señeros visitadores desde hace más de 40 años del Palacio de La Zarzuela me lo relata con pelos (regios) y señales.

Es durante una de las muchas audiencias reales de las innumerables que tienen lugar en el llamado lar de Somontes, que luego dicen por Las catalunyas y los del Himno de Riego que el Borbón vive del cuento y quienes nada tenemos que agradecerle le defendemos simplemente por aquello del mantenimiento del Estado y la querencia inevitable hacia nuestra vieja, agostada y angustiada España. ¡En algo hay que creer después de lo del Vatileaks!

De modo y manera que don Juan Carlos, una vez terminado el acto oficial, se acerca raudo y renqueante hasta un veterano profesional que cumple sus labores en esas estancias. En esos regates el Rey siempre fue un lince, aunque ahora se le ha visto demasiado el disco.

-“¿Qué tal Manolo, cómo te va?”, dice, mientras abraza a un sujeto menudo.

-“¡Bien, Señor, siempre a sus órdenes!”

-“Oye, Manolo, y tú, ¿cuándo te jubilas?”, pregunta con retranca borbónica a su conocido desde tiempo inmemorial.

El aludido no se amilana. Al fin y al cabo, adora al Monarca, y al rey la vida y la hacienda se ha de dar, pero el honor…

-“¡Pues, a ver Señor, como se lo diría yo: creo que me jubilaré cuando se jubile Su Majestad…!”

-“¿Eh? ¡Oye, oye, Manolo, que a mí no me dejan! Ja, ja, ja”

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Uno de los más señeros visitadores desde hace más de 40 años del Palacio de La Zarzuela me lo relata con pelos (regios) y señales.