El Supremo le da en el coco a De la Vega… ¡cinco años después!

Thomas Moro, que es santo tras 400 años de deliberaciones en el Vaticano, pero que además era un sabio, dejó escrito en Utopía (las humedades de Chelsea siempre ablandaron las meninges) que “la Justicia, para ser Justicia, tiene que ser rápida”.

Pues bien, como muestra un botón. Casi cinco años después de que la entonces flaca y todopoderosa vicepresidenta de Rodríguez Zapatero, María Teresa de la Vega (mamandurria fantástica en el Consejo de Estado, con todo el tiempo del mundo para conspirar full time) se querellara contra su competidor valenciano en el año 2008, Esteban González Pons, porque el mocetón levantino le acusó de empadronarse irregularmente, el Tribunal Supremo le ha dado duro a la reconvertida (físicamente) exvicepresidenta zapaterista.

No puede decirse que la iniciativa judicial de María Teresa pusiera de los nervios al mejor portavoz que tuvo nunca el centroderecha español. Pero, la pregunta es obvia, especialmente si se formula desde el contribuyente neto y nato: ¿Cómo es posible que esa instancia judicial tarde un lustro en formular un fallo que a una portera le hubiera bastado dos horas tras leerse el legajo judicial?

No son ya las vendettas internas en el CGPJ, harto obscenas; ni siquiera los recibos en gastos particulares que oficializan bastantes (por no decir todos) de los miembros del Consejo. Lo que se demanda desde el pueblo llano es una mera calidad (¡tampoco excesiva!) en la judicatura y que se aplique el sentido común. Porque un juez no puede desconocer lo que es de común entre el pueblo.

¡Ah!, ¿pagará De la Vega las costas de su impertinencia política cuando quiso ganar en los tribunales lo que el pueblo no le agraciaba?; ¿ustedes que creen?