El aviso de Cospedal a los ‘talibanes’

Andan los cazadores anti-Rajoy con el trabuco al hombro tratando de apuntar al ministro Fernández Díaz (dicen los malvados que no se recuerda un nombramiento tal desde que Calígula hizo cónsul a su caballo) porque ha puesto en la calle al carcelero y asesino Bolinaga.

No hay nada más que leer a determinados columnistas, visitadores matutinos de FAES y otras instancias orejistas, para auscultar cómo baja el nivel de las aguas en la derecha española a propósito de esos temas etarras y la política del gobierno Rajoy a tal menester. Si en lugar de vivir en el palacio de la Moncloa, Mariano abrevara en Génova 13, le hubieran organizado un lío de los que hacen época; pero hete aquí que tiene el poder en sus manos y eso, oiga, impone mucho.

Aun así, ese conglomerado curioso que anida en el PP y ha hecho carrera (merecida y talentosa sin duda) con el asunto de marras quiere poner dogal al Ejecutivo para que no olvide quiénes son unos y quiénes otros. Creo, modestamente, que tratar de hacer sangre al gobierno de la Nación con este asunto es algo tan obsceno como estulto políticamente.

Si se atendieran las razones (públicas) de este sector (minoritario pero organizado y poderoso), perfectamente descriptible en nombres y apellidos, gestos, conducciones y parafernalias, habría que concluir que tanto Rajoy, la vicepresidenta y el más que endeble ministro del Interior se han convertido en peligrosos abertzales que han pasado de venerar a Ortega Lara a adorar al tal Bolinaga, que cuando desaparezca dejará de gastar dinero al contribuyente y ninguna persona de bien lucirá luto por un carcelero y un asesino.

Sea como fuere, el mensaje que la generala secretaria ha mandado a sus mesnadas para que no dejen al Gobierno a la intemperie con este asunto y, sobe todo, no le zahieran injustamente, es muy claro y contundente. Dicho de otro modo: quien tire la piedra se quedará sin mano.