¿Mece Aznar la cuna anti-Rajoy?

Los que crean que a Mariano Rajoy le pone de los nervios que algunos conmilitones le toquen la gaita gallega por mor del torturador Bolinaga, se equivocan de medio a medio. Un primer ministro que tiene que chapotear a diario con el quinto infierno no parece que tenga tiempo de mesarse el cabello porque tres dirigentes con poltrona y gran sueldo y unos cuantos talibanes de la cosa mediática se echen al monte.

Mi respeto para los tres (Aguirre, la más solvente políticamente y con más redaños; Jaime Mayor Oreja, que es persona cabal; y Alejo -antes Aleix- Vidal Quadras, que ya fue sacrificado por Aznar en la pira del poder) pero creo, modestamente, que se equivocan al enfrentarse al Gobierno un tema de esta naturaleza. Nadie en su sano juicio puede pensar que Fernández Díaz pueda tomar una decisión “política” de ese jaez sin tener el visto bueno del comandante en jefe. Salvo la primera, el resto son irrelevantes desde el punto de vista político, aunque tienen todo el derecho a expresar sus puntos de vista.

Pasar facturas al marianismo subidos a ese carro no me parece ni bueno, ni honrado políticamente, ni rentable para el país. Frente a sus argumentos, que son estimables algunos (no en lo que se refiere a lo que se hizo en los ocho años del aznarismo al respecto, porque se hizo exactamente lo mismo e incluso aún más), se impone otro de mayor empaque: impedir que el terrorista terminal pueda convertirse en un héroe para sus mesnadas irredentas, en un mito para un mundo loco e irracional y, en cualquier caso, fuera del mundo civilizado y serio.

La gran y relevante cuestión política es si esa posición claramente anti-Rajoy se ve sustentada por la auctoritas de José María Aznar, que la tiene especialmente entre ese grupo cada vez más radical de la derecha española.

Tengo para mí que, por ser personas inteligentes y que saben lo que es el poder, tiene que estarlo. Y eso sí es grave. Ahora bien, a ellos y a todos esos mediáticos que han medrado a coste de esa pandemia terrorista yo me atrevo a recordarles algo obvio: las palabras mueven, el ejemplo arrastra.

Por ejemplo, ir dimitiendo de sus bien remunerados cargos en la Europa de la mamandurria y de la superburocracia. Entonces les tendría más respeto y sus mensajes llegarían nítidos.

También comprendo el ‘cabreo cósmico’ que se puede palpar en Moncloa a propósito de Mayor Oreja… a Vidal Quadras ni lo consideran.