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El clamoroso silencio de los Fainé, Oliú, Brufau, Carulla, Lara, Godó…
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Graciano Palomo

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El clamoroso silencio de los Fainé, Oliú, Brufau, Carulla, Lara, Godó…

Pues ya lo tienen a huevo, que diría el clásico. Ahora tienen que rematar la faena y llevarse por delante el toro (que tanto

Foto: El clamoroso silencio de los Fainé, Oliú, Brufau, Carulla, Lara, Godó…
El clamoroso silencio de los Fainé, Oliú, Brufau, Carulla, Lara, Godó…
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Pues ya lo tienen a huevo, que diría el clásico. Ahora tienen que rematar la faena y llevarse por delante el toro (que tanto odian) de más de 520 años. ¡Los que todavía tenemos una cierta idea de España esperamos sumisos su estocada hasta la bola! El taimado (y perdedor) Artur Mas se ha puesto al frente de la manifestación -es fácil convocar al personal encabronado por tantas cosas y después de 40 años de inmersión nacionalista/excluyente- de la que tendrá que dar cuenta, porque España (igual que Catalunya) también existe. De hecho ya está tomando de su propia medicina. ¡Jamás un jefe de Gobierno autónomo cosechó tanto vacío de poder precisamente cuando el acompañamiento fáctico es más necesario que nunca para esa tierra distinta, sí, pero no distante!

No es de Mas, ni de Durán i Lleida, de quienes quiero escribir. Bien mirado, son irrelevantes. Me interesa poner el acento secesionista (por lo tanto, caduco, carca y demodé) en esos sinuosos y viscosos personajes cuya cobardía ya no se puede pasar por alto. A los que el gran Jordi Pujol, ahora perdido en el monte (de la ignominia), denominaba pomposamente la “economía productiva” catalana, que son los que siempre han mandado desde los tiempos Wifredo el Belloso.

Nombres tan sonoros de la alta burguesía catalana (la que realmente cuenta en ese territorio) como Isidro Fainé, Javier de Godó (una vela a Rajoy otra a Mas), José Manuel Lara (ídem de ídem), Artur Carulla, Josep Oliú, Antoni Bufrau, Salvador Gabarró, Josep Piqué y un largo etcétera, que ante la nueva Línea Maginot marcada por el independentismo irredento no pueden permanecer in eternum con la boca callada y la hucha presta.    

Si tipos como Alfred Bosch, Santiago Spot o Jordi Fábrega mandan en Cataluña más que ellos, que lo digan de una vez. Porque, de lo contrario, la gente de mi generación, que hemos vivido toda nuestra vida profesional con la tabarra independentista (les importa, al parecer, una higa los decisivos temas del agua, la energía, la educación, el internacionalismo, el mundo en definitiva que hay tras las montañas de Montserrat), nos iremos al otro barrio sin saber a qué demonios juega una tribu que todavía luce el pelo de la dehesa y sigue sin enterarse de que la tierra es muy pequeña e interdependiente.

Y, definitivamente, estamos “dolorosamente hartos” de que distingan en su beneficio la prédica del pan.

¡Prou!

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Pues ya lo tienen a huevo, que diría el clásico. Ahora tienen que rematar la faena y llevarse por delante el toro (que tanto odian) de más de 520 años. ¡Los que todavía tenemos una cierta idea de España esperamos sumisos su estocada hasta la bola! El taimado (y perdedor) Artur Mas se ha puesto al frente de la manifestación -es fácil convocar al personal encabronado por tantas cosas y después de 40 años de inmersión nacionalista/excluyente- de la que tendrá que dar cuenta, porque España (igual que Catalunya) también existe. De hecho ya está tomando de su propia medicina. ¡Jamás un jefe de Gobierno autónomo cosechó tanto vacío de poder precisamente cuando el acompañamiento fáctico es más necesario que nunca para esa tierra distinta, sí, pero no distante!