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‘Lady Iron’, la sustituta de Aguirre
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Graciano Palomo

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‘Lady Iron’, la sustituta de Aguirre

Si hay algo que molesta a Cristina Cifuentes es que se utilice a su marido y sus andanzas para zaherirla. Conozco a la delegada, básicamente, de

Foto: ‘Lady Iron’, la sustituta de Aguirre
‘Lady Iron’, la sustituta de Aguirre

Si hay algo que molesta a Cristina Cifuentes es que se utilice a su marido y sus andanzas para zaherirla. Conozco a la delegada, básicamente, de aquelarres televisivos con aquel presentador que se lo guisa y se lo come él solito (ahora bajo palio y velas encendidas) y puedo escribir, y escribo, que siempre quiso estar en el candelabro. 

¡Va de suyo! Para eso se dedica a la política. A Cifuentes, Cristina, le nombran para su actual destino tres mujeres: Esperanza Aguirre, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría

Cristina juega a ser una progre en la derecha y eso, cuando se viaja en coche oficial y los policías se te cuadran, tiene su aquel. Las cargas policiales -portada en los periódicos y telediarios más importantes del mundo que han dejado a España a los pies griegos- y su declaración a propósito del derecho de manifestación -cuando resulta, en estos momentos, un método terapéutico para que salga todo el pus acumulado durante tanto tiempo por el dolor de una sociedad destrozada- han cosechado lo que una gran y ambiciosa vocación política nunca desea.

Ni siquiera el fichaje de una veterana y experta para los asuntos mediáticos como Marisa González -toda una vida con Ruiz-Gallardón- le está salvando de la pira; porque inquisidores nunca faltan por estos lares aunque leven el aire de Bakunin.

Espe Aguirre ya ha calentado su sillón en Tour España -por el momento-, pero su vacío lo llena por derecho propio una rubicunda dama que ha esperado su oportunidad pacientemente. Lo que sucede en política, como en la vida misma, es que a veces la suzuki desbarra en la curva menos insospechada.

Si hay algo que molesta a Cristina Cifuentes es que se utilice a su marido y sus andanzas para zaherirla. Conozco a la delegada, básicamente, de aquelarres televisivos con aquel presentador que se lo guisa y se lo come él solito (ahora bajo palio y velas encendidas) y puedo escribir, y escribo, que siempre quiso estar en el candelabro.