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Más coches oficiales y asesores que en Washington
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Graciano Palomo

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Más coches oficiales y asesores que en Washington

Una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo. ¡Lo sabemos bien los españoles! El presidente Rajoy prometió solemnemente -ja, ja, ja,- que reduciría drásticamente

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Más coches oficiales y asesores que en Washington

Una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo. ¡Lo sabemos bien los españoles! El presidente Rajoy prometió solemnemente -ja, ja, ja,- que reduciría drásticamente los altos cargos gubernamentales hasta el punto que se sustanció en promesa electoral.

Pues bien, basta una ojeada a los Presupuestos Generales del Estado 2013 que ha elaborado el hombre de negro por antonomasia, léase Cristóbal Montoro, para percatarnos de la mentira. La estructura del Estado contará para el próximo año con 455 altos cargos, uno más de los que este Gobierno dejó a finales de 2011.

Hay que recordar los gritos de doña Soraya cuando estaba en la bancada de la oposición a propósito de dichas sinecuras. Prometían, entonces, que reducirían un 25% las poltronas y el hecho cierto es que en el próximo ejercicio fiscal esos privilegiados políticos costarán 600 millones de euros, cien mil millones de las antiguas pesetas.

En cuanto a los asesores y personal de confianza, la reducción es mínima (1,2%), con 23 millones de euros en sueldos, prebendas y mamandurrias varias. El doble costará a los españoles el parque móvil del Estado -775 coches de alta gama-, esto es, 42 millones, gasolina aparte. ¡La releche!

Oigan, que no he sumado los vehículos oficiales de ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, embajadas y organismos diversos y numerosos que se financian con nuestros impuestos. ¡No sé si tenemos arreglo!

Estoy por preguntárselo a Jorge Moragas Sánchez, que de estas cosas sabe mucho. Dígame, don Jorge, ¿cuántos amigos tiene usted en el Gabinete de Presidencia? La respuesta dentro de siete días.

Una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo. ¡Lo sabemos bien los españoles! El presidente Rajoy prometió solemnemente -ja, ja, ja,- que reduciría drásticamente los altos cargos gubernamentales hasta el punto que se sustanció en promesa electoral.