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De Guindos sube, Montoro baja
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Graciano Palomo

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De Guindos sube, Montoro baja

No es el presidente Rajoy persona de la que se pueda colegir mucho a bote pronto, como sucedía, sin ir más lejos, con José María Aznar.

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De Guindos sube, Montoro baja

No es el presidente Rajoy persona de la que se pueda colegir mucho a bote pronto, como sucedía, sin ir más lejos, con José María Aznar. De ahí que a cualquier requiebro, sobre todo en lo que afecta a personas concretas, se conceda una importancia hasta excesiva.

Sucedió el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados cuando, a eso de media mañana, ya se sabía que la  huelga general había pinchado. El presidente llamó desde su escaño al ministro de Economía y le ordenó que allí mismo hiciera una declaración pública sobre el respeto que le merecía al Gobierno la convocatoria de paro, y subrayó entender el inmenso dolor que el pueblo español acumula en sus venas. Pero no sólo eso.

De Guindos reiteró por orden de su jefe que no habría cambio alguno en la hoja de ruta gubernamental que sacará a España de la crisis. Unas horas después llegaba un espaldarazo cuasi definitivo por parte de Olli Rhen.

¿Qué está sucediendo en las vísceras del poder popular? Pues básicamente esto: frente a la presión incontenible de los principales banqueros (no hablo de gestores de cajas de ahorros) ante el presidente contra su ministro de Economía, básicamente por el banco malo y la gestión en la explosión de Bankia (aquello encorajinó a Génova 13), Rajoy pone en valor el trabajo de Luis de Guindos en los salones bruselenses y otras instancias donde se corta el bacalao, léase en el despacho del poderoso Wolfgang Schaüble, que, dicen, siempre está abierto para el antiguo responsable de Lehman Brothers en la Península Ibérica.

Por el contrario, su cordial colega (que no amigo) Cristóbal Montoro tiene que bailar con los más pobres. Llamar diariamente y por los mismos motivos al orden a sus conmilitones de las autonomías para que miren la pela conlleva un desgaste personal cuantificable en runrún que siempre llega al despacho del jefe.

Montoro, que siempre ha despreciado las conspiraciones de salón, se bate el cobre a tijera, al margen de lo que ocurra en las entretelas de los que tienen poco que hacer.

Estos ránkings intangibles de coyuntura tienen la virtualidad de que cuanto más subes más se termina por dejar a la intemperie el trasero. ¡Ustedes me entienden!   

No es el presidente Rajoy persona de la que se pueda colegir mucho a bote pronto, como sucedía, sin ir más lejos, con José María Aznar. De ahí que a cualquier requiebro, sobre todo en lo que afecta a personas concretas, se conceda una importancia hasta excesiva.

Luis de Guindos Cristóbal Montoro