¿Por dónde anda el Petraeus español?

El escándalo cósmico a propósito de los asuntos de bragueta con ribetes de Seguridad Nacional -algo tan sagrado en USA como los récords de Carl Lewis, el hijo del viento- viene a poner en cuestión que también los héroes nacionales tienen su aquel.

He recordado estos días la amplia galería de personajes público/políticos españoles que he conocido a lo largo de mi vida profesional que fueron émulos precursores de David Petraeus; lejos de tomarse aquí estos asuntos como mácula, resultan un toque de distinción.

Son o fueron personajes conocidos y bisbiseados entre el siempre proceloso mundo de “la tribu” -que diría Manu Leguineche-, algunos (as) de cuyas miembras también podrían tabular una buena y mórbida historia.

Pero, entre todos, uno, singularmente y en activo. Nunca le produjo complejo alguno su llamativa alopecia y sus principios ideológicos básicos no son óbice para que los cristianos distingan valor y precio. Al fin y a la postre, delante del sexto mandamiento hay otros cinco en importancia.

Eso de la coherencia entre la prédica y el trigo se queda para los cuáqueros de allende el Atlántico o para los protestantes del imperio de Angela Merkel, con la que curiosamente formaron parte en la misma internacional.

Al verle estos días en televisión no he podido dejar de recordar la alusión evangélica a los que Cristo bautizó como “sepulcros blanqueados”.