Pujol busca desesperadamente otro 'hereu'

Los que creen que Artur Mas es el factótum catalán de la coyuntura pueden errar. Y errar gravemente. Porque en el predio que significa la burguesía nacionalista (ahora independentista), el principal punto de referencia es Jordi Pujol i Soley, padre de todas las mesnadas.

Insisten en que el señor Mas no dimitirá, lo cual le permitirá entrar en los Guinness de la obscenidad política, pese a que insisten en que puso su cargo de jefe de CIU a disposición del antiguo Molt Honorable horas después de conocerse el monumental estacazo que le propinaron las urnas de sus compatriotas.

Un demócrata como Pujol sabe que la posición del que eligió como hereu de transición, a la espera de que su hijo Oriol (caso ITV´s) se rodara antes en quehaceres de menor rango, es absolutamente insostenible y que de lo que se trata es de ganar tiempo.

Mas, en opinión incluso de su círculo interior (Homs, Madí, Puig), es un cadáver político que arrastra su indigencia en medio de un sonoro silencio. No hay nada más que entender del efusivo abrazo, en el más puro estilo galaico, que le remitió Mariano Rajoy 100 horas después del 25-N:

-¡Oye, Artur, me han dicho que debo felicitarte!

Jordi Pujol es consciente de que le va a resultar muy difícil traspasar sin más la poltrona de Artur Mas a Oriol, el hijo en el que tenía puestas todas sus esperanzas y también las de la inevitable y muy influyente Marta Ferrusola. Sobre todo, si los jueces deciden empapelarle por algunos asuntos nada claros en ese territorio.

De modo que hay ya que encender el candil y buscar a toda prisa un mirlo blanco con el que poner orden en el carajal caro e insensato de desafiar a un Estado muy antiguo y poderoso, aunque esté en dificultades.

Apunten este nombre: Lluis Recoder, todavía conseller (en funciones) del Territori y Sostenibilidad de la Generalitat.

¿Méritos? ¡Está limpio!

¡Qué país, Miquelarena!