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Dos damas se pelean y un gallego se postula
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Graciano Palomo

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Dos damas se pelean y un gallego se postula

El presidente Rajoy es una persona con muchos más quilates políticos y personales de lo que la mayoría de sus compatriotas creen, entre otras cosas porque

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Dos damas se pelean y un gallego se postula

El presidente Rajoy es una persona con muchos más quilates políticos y personales de lo que la mayoría de sus compatriotas creen, entre otras cosas porque lo de la imagen le importan tanto como almorzar en Horcher, y cree tanto en los liderazgos inmarcesibles como en los milagros de Garabandal.

Él se mueve en dimensiones más de surco, más de común de los sentidos, más en el dos y dos son cuatro. Cree en la seriedad y el trabajo día a día (por eso tiene a Soraya a su lado) y escasamente en los bálsamos de fierabrás. Y cree, en efecto, como aquel viejo general, que los problemas se resuelven actuando con prudencia y que el tiempo termina por deglutir una parte de ellos.

Viene todo esto a colación por los rumores que corren por Madrid -en el sentido de “burgo podrido” del que escribía Manuel Azaña- a propósito de si volverá o no a ser candidato cuando se agoten los próximos tres años que restan de legislatura con mayoría absoluta en las Cámaras… ¡Una eternidad!

La derecha siempre ha sido muy proclive a estos juegos ad hominem, incluso cuando hay que entrar en escenarios de ciencia ficción. Es la lógica política en ejercicio de prospectiva.

Pues bien, ese marco general de poder en el centroderecha pasa por dos mujeres esenciales en la carrera política del presidente. Ambas con gran preparación técnica, gran oposición y una vocación política muy acendrada. Estoy seguro de que las dos podrían presidir la mesa del consejo de ministros sin desdoro y que también a ambas les gustaría esta posibilidad.

Pero los gallegos son muy suyos. Pulula por el verde y lluvioso noroeste un muchacho que hizo sus pinitos como socialista, llamado Alberto y de apellido Núñez, que también aspira a tener su oportunidad y pone sobre la mesa el haber salvado al jefe en dos ocasiones con sus victorias en el terruño.

Los aficionados a este tipo de apuestas deberían saber que Mariano Rajoy ni quiere ni puede hacer lo que en 2003 hizo José María Aznar: nombrar sucesor a título digital.

Si el cuadro macroeconómico responde a los jinetes del apocalipsis, tendrán que esperar como mínimo hasta 2019. ¡Largo me lo fiáis, amigo Sancho! 

El presidente Rajoy es una persona con muchos más quilates políticos y personales de lo que la mayoría de sus compatriotas creen, entre otras cosas porque lo de la imagen le importan tanto como almorzar en Horcher, y cree tanto en los liderazgos inmarcesibles como en los milagros de Garabandal.