El Ibex consigue que siga el señor de Harvard

Perdida toda esperanza, como Dante ante el Quinto Infierno, los empresarios catalanes –tanto problema es hablar a destiempo como no hacerlo en su justo momento-, que tampoco tienen tanta influencia en Artur Mas como se creían, han respirado algo más tranquilos dentro de ese asma compulsivo que les corroe desde que el Molt Honorable decidió romper la baraja y ciscarse en el lomo de España.

Saben, sisplau, que no son buenos tiempos para la lírica y que se trata de remar contracorriente porque, cuando descarga con furia el vendaval sobre la montaña sagrada de Montserrat, no hay dios que contenga el aliento.

Pero al menos han conseguido que Andreu Mas-Colell, ese señor con pinta de desarrapado y bohemio (Barcelona, 1944), continúe manejando la calculadora y sumando las miserias de una autonomía que no tiene ya un costurón sano.

Mas-Colell tiene fama de sabio y santo, lo que en Cataluña tiene su aquel. Dicen que incluso estuvo nominado para el Premio Nobel de Economía (Microeconomía es su especialidad) tras pasar por las aulas de Minnesota, Berkeley y Harvard y posteriormente fundar la Barcelona Graduate School of Economics.