César me llamaba Rodrigo

Andaba el entorno ratista encabronado en grado sumo con las cuitas que pasea (o paseaba hasta la tarde de ayer viernes) su otrora inmarcesible jefe de fila, el que pasara por ser padre del milagro económico español, más conocido por Rodrigo Rato.

Preparaba yo este Palo Alto a propósito de RR y su situación cuando me llegó el urgente de El Confidencial alertándome de que Alierta anunciaba el fichaje del exvicepresidente como miembro de los consejos asesores de la primera transnacional española para Iberoamérica y Telefonica Europe.

Porque uno de sus edecanes por cuenta y en nómina del Congreso de los Diputados me había anunciado a comienzos de la semana que Rato no podía quedarse sin empleo y sin salario, que la vida está muy achuchá y tampoco es tan rico como se dice. No me dijo expresamente dónde recalaría pero si dejó entrever que había gente de postín y posibles que le debía mucho, “es decir, todo…”.

No hay que olvidar que al fin y a la postre si Pizarro, Francisco González y César Alierta son lo que son, es por voluntad expresa de Aznar y su número dos económico.

El clamor por dar una salida a RR llegó hasta la Moncloa. Porque aunque las relaciones entre Rajoy y Rato llegaron durante la travesía por el desierto a puntos de no retorno (en lo personal), un perro no come carne de perro.

Y, naturalmente, don César, el maño, no ficha a nadie de ese rebufo sin llamar antes a su amigo el Presidente. Porque, además, las llamadas le salen gratis.

Los ratistas empiezan bien el año, con permiso del juez Andreu. Rodrigo encuentra trabajo y, por fin, su ex, Gela, firma con los sindicatos. ¡Definitivo, amigos, Dios aprieta pero no ahoga!