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Patxi, te quiero, Patxi
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Graciano Palomo

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Patxi, te quiero, Patxi

Llamo en estos entrañables días de lectura y fuego a mi garganta profunda en Ferraz, donde han bajado ostensiblemente la calefacción porque las cuentas están temblando,

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Patxi, te quiero, Patxi

Llamo en estos entrañables días de lectura y fuego a mi garganta profunda en Ferraz, donde han bajado ostensiblemente la calefacción porque las cuentas están temblando, para preguntar cómo bajan las aguas sucesorias en este extraño invierno en el que se cierra el lustro de la gran crisis.

No parece que sean buenos tiempos para la lírica entre los desencantados socialdemócratas, que ven cómo se cuartean al mismo tiempo que el conjunto del país.

-“¡Vete al grano, muchacho!”, inquiero a mi fuente, “¿Hay sucesor para el químico?”.

Intenta darme una larga cambiado con la manida perorata de nombres ya conocidos y manoseados para, al final, insinuarme que todo indica que si hoy se abriera el melón sucesorio no habría ni Chacón, ni Madina (“el más preparado”, insiste), ni alcaldes de Toledo, ni estudiantes de Básica… El muchacho sería Patxi López, que ya habita por los madriles y se pasea como un lord del almirantazgo por los grandes salones de la capital aprovechando la gruesa agenda de relaciones que llenó cuando era lehendakari al uso.

Y, ¿por qué el vasco? “Ganó unas elecciones en un territorio tan difícil como Euskadi, tiene por tanto experiencia de poder, es joven, no se le mimetiza con el pasado, mucho menos con el zapaterismo, está bien visto por el resto de barones territoriales del PSOE y, ojo, es íntimo de Pérez Rubalcaba. ¿Me vas entendiendo?”.

¡Oído!

Llamo en estos entrañables días de lectura y fuego a mi garganta profunda en Ferraz, donde han bajado ostensiblemente la calefacción porque las cuentas están temblando, para preguntar cómo bajan las aguas sucesorias en este extraño invierno en el que se cierra el lustro de la gran crisis.

Patxi López