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¿Cambios en el Gobierno?: espere un año
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Graciano Palomo

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¿Cambios en el Gobierno?: espere un año

Salvo que la pluma del juez Ruz y del fiscal Romeral digan cosa en contrario y obliguen ex profeso y ad hominem no parece que el

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¿Cambios en el Gobierno?: espere un año

Salvo que la pluma del juez Ruz y del fiscal Romeral digan cosa en contrario y obliguen ex profeso y ad hominem no parece que el presidente Rajoy esté por dar gusto a los muchos dirigentes de su partido que claman ya -ora et labora- por remodelar un Ejecutivo que en el pecado lleva la penitencia.

Ni siquiera Ana Mato, sobre la que en la noche/madrugada del día 1 de febrero nadie daba un ochavo ‘gurteliano’ por su mantenimiento en la poltrona de Sanidad. Incluso, puede ser, casi con toda seguridad, que se lleve por delante algún conmilitón que al decir de ese entorno no hace sus deberes cerca de los cuerpos policiales que han tabulado presuntas andanzas de la todavía ministra de Sanidad.

No es Mariano Rajoy persona a la que guste especialmente dar satisfacción a los que cree que se inmiscuyen en sus asuntos. “Aguanto lo que me echen”, recuerdo que me dijo un día cuando acudimos a velar el cadáver del padre de un amigo común. ¡Y tanto!

De modo y manera que tendrán que esperar los que se postulan para sentarse alrededor de la mesa del consejo de ministros, se apelliden Basagoiti, Arenas, Valcárcel o García. Las fuentes más próximas y fiables al primer ministro, que en realidad son muy pocas y raras, creen que Rajoy intentará llegar con lo puesto a los aledaños de las próximas elecciones europeas y ante  esa tesitura realizar los mínimos e imprescindibles que la ocasión precisara.

Lo demás, son cuentos chinos, en el bien entendido que en política nunca se sabe. Y una semana es un siglo.

Salvo que la pluma del juez Ruz y del fiscal Romeral digan cosa en contrario y obliguen ex profeso y ad hominem no parece que el presidente Rajoy esté por dar gusto a los muchos dirigentes de su partido que claman ya -ora et labora- por remodelar un Ejecutivo que en el pecado lleva la penitencia.