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La pregunta del millón, ¿caerá Rajoy?
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Graciano Palomo

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La pregunta del millón, ¿caerá Rajoy?

El peor supuesto contemplado por los habitantes de las plantas nobles de Génova 13 se está apareciendo en carne mortal tras la pícnica y robusta sombra

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La pregunta del millón, ¿caerá Rajoy?

El peor supuesto contemplado por los habitantes de las plantas nobles de Génova 13 se está apareciendo en carne mortal tras la pícnica y robusta sombra del engominado Bárcenas. Hasta el punto que no hay otro tema de información y debate en el triste y tórrido panorama patrio. Todo lo contrario de lo que pretende el Gobierno, que inteligentemente procura colocar al presidente un día en la General Motors, otro con los jóvenes emprendedores y, el siguiente, con las viejecitas. Pero la sombra sigue ahí, machacando implacablemente a una formación sin la cual no hubiera pasado de chupatintas en una mercería.

De esa manera, Luis Bárcenas se ha convertido en un chollo para la oposición y, especialmente, para todos aquellos que desean ver al PP en el fondo del mar. Mientras los personajes que fueron claves en la captación, crecimiento y enriquecimiento hasta el paroxismo del interfecto permanecen callados y en la desenfilada (léase José María Aznar y Francisco Álvarez Cascos), la secretaria general tiene que acudir a deponer ante el fiscal anticorrupción y la vasta militancia popular sigue mesándose los cabellos ante la deriva que están tomando los acontecimientos, y la información sobre el detritus que una panda de cuatreros hicieron crecer en el partido en el que militan. ¡Rumbo a lo desconocido!

La pregunta se repite hasta la saciedad en los enmoquetados salones de la Corte, bares de todo tipo y condición, redacciones más o menos informadas y saraos veraniegos, que a pesar de la crisis no faltan: ¿caerá Rajoy? Lo que distingue a una democracia de una dictadura pasa porque una portera (dicho sea con el máximo respeto) puede en un momento determinado hacer tambalearse a un primer ministro. Bárcenas no es, desde luego, una portera, aunque durante años tuviera la llave de la santabárbara popular, pero tiene que deglutir mucha grasa en Soto del Real para levantar la silla a un superviviente político como es el presidente, amén de que tiene que aportar pruebas de lo que dice.

Que le está haciendo daño es algo indudable; que está triturando la honorabilidad de la formación que le dio de comer (caviar) va de suyo y, simplemente, hay que ver las encuestas y los estados de opinión entre el pueblo llano, que en su gran mayoría votó al PP el 20-N de 2011. Lo cual no permite colegir que la alta dirección popular haya demostrado especial habilidad a la hora de manejar un quilombo con cabezas nucleares e incluso sustanciar que el poder del Gobierno haya tratado de aparcar el cáliz. Lo que ha conseguido, efectivamente, es introducir una cuña de desconfianza en el propio corazón del centroderecha  y dinamitar algunas lealtades que resultan básicas en todas las estaciones.

Bárcenas ha conseguido, eso sí, que la oposición pille cacho y consumir mucha energía y muchos recursos que son de la Nación en alcantarillas insoportables y que harían de oficio que aquellos que actuaron de forma irregular, ilegal y fraudulenta su cabeza sea colgada de una pica. El PP es una iglesia por su dimensión y su territorialidad mundial. Y la iglesia es siempre más importante que cualquier papa. Hubo papas simoníacos, depravados sexuales, asesinos y trincadores. Aún sigue viva y coleando. Hay banquillo suficiente en el centroderecha para, si llegara la ocasión, mover el braserillo. Ya hemos convenido que el aznarismo ha muerto. Aunque no todos.

En eso parece estar Ruz. Y el pueblo español le sostiene. Aunque un poco más de celeridad no haría daño a nadie. Lo que parece meridianamente claro es que el sobre -si existiera o existió- es la única bala, que se sepa, para producir el magnicidio del gallego, que está pasando las de Leónidas en el paso de las Termópilas. Espero que se me haya entendido todo. O casi. 

El peor supuesto contemplado por los habitantes de las plantas nobles de Génova 13 se está apareciendo en carne mortal tras la pícnica y robusta sombra del engominado Bárcenas. Hasta el punto que no hay otro tema de información y debate en el triste y tórrido panorama patrio. Todo lo contrario de lo que pretende el Gobierno, que inteligentemente procura colocar al presidente un día en la General Motors, otro con los jóvenes emprendedores y, el siguiente, con las viejecitas. Pero la sombra sigue ahí, machacando implacablemente a una formación sin la cual no hubiera pasado de chupatintas en una mercería.

Mariano Rajoy