El corazón del poder

En los días más aciagos para el presidente del Gobierno, cuando el extesorero entregó los SMS a Pedro J., hubo, como es lógico, reuniones extraordinarias en el palacio de la Moncloa, aunque menos de las comentadas, que ya se sabe a estas alturas que ahí habita un personaje flemático e “impasible”.

Es en estas ocasiones, es cuando realmente se puede describir con justeza la médula del poder constituido entorno al primer ministro, que mientras no se demuestre lo contrario es el que oficialmente manda en España.

Tiene su aquel y tomen nota. Mariano Rajoy se hizo acompañar de la vicepresidenta, de la secretaria general del partido, que entraba en unas ocasiones y desaparecía en otras, el asesor áulico por excelencia, Pedro Arriola, que acudió raudo y veloz a la llamada de su “cliente”, y la persona de gran confianza del presidente, Carmen Martínez Castro. Y poco más.Dicho por corto y por derecho: las personas de las que se fía el presidente. Punto.

Lo que nadie termina por entender es cómo fue que Rajoy, tan desconfiado en sí mismo por su condición galaica y fruto de la enorme experiencia política acumulada durante toda una vida dedicada a ese “chollo”, tecleó personalmente los mensajes al canalla con la cantidad enorme de edecanes que le rodean. ¡Nadie lo entiende! Salvo que...

Todo lo que está sucediendo a su alrededor, y lo que no sucede, todavía hace que MR se vuelva más introvertido en la tarea de achicar agua, mientras a su alrededor se notan temblores nipones de intensidad acusada.

En el Gobierno la división entre amigos/veteranos (Margallo, Cañete, Pastor, Morenés, etc...) y la emergencia novedosa capitaneada por Soraya Sáenz de Santamaría es cada vez más evidente. Aunque con otro ilustre veterano en sus filas como Cristóbal Montoro y una onubense fiel de la vallisoletana como Fátima Báñez. Tengo para mí que en esta situación cada vez son más relevantes los segundos niveles que también comanda Soraya, la del Gran Poder.

¡Ah! Y Alberto Ruiz-Gallardón continúa en lo que más le gusta: verso suelto.

Es un poner.