Zapatero, 60.000 euros por charleta

No me negarán ustedes que este variopinto presidente (hoy me ha dado por ser caritativo) se ha convertido en uno de los más atrabiliarios exprimeros ministros que todavía sostenemos con el erario público. ¡Claro que el inabarcable Aznar también se las trae!

Pues bien, hete aquí que el impulsor principal de la revisión histórica de los últimos 78 años de la Historia de España –abriendo tumbas, revolviendo la contienda civil, apelando a una memoria que todavía está viva, liquidando el espíritu de la Transición- se ha reconvertido en el principal adalid de un posible e improbable gobierno de coalición (incluso de concentración) para enfrentar la crisis.

¡Este personaje tiene que tener su propio cómic! Los asesores mediáticos de siempre –a los que hizo multimillonarios y concedió canales de televisión y otras prebendas a troche y moche- le han recomendado que dé un paso al frente para intentar evitar que sus siete años de poder queden en el frontispicio de nuestra historia reciente como los más funestos que describirse puedan. Y ahí anda el muchacho con su eterna sonrisa bobalicona como si fuera de verdad.

Se le eligió para echar bálsamo en las heridas profundas que José María Aznar y sus complejos suicidas dejó en la sociedad española a propósito del bodorrio de El Escorial, la guerra de Irak y una soberbia sin causa. En cambio, dedicó casi todo su tiempo en el palacio de la Moncloa a echar ácido sulfúrico en esas heridas recordando permanentemente la Guerra Civil y a un abuelo capitán, al parecer, que en el mejor de los casos resultara agente doble.

Ahora dice que factura 60.000 euros (más IVA) por charleta que ofrece dentro y fuera del territorio patrio… ”y no tiene tiempo para tanta invitación…”

Me van a permitir que me descaralle de risa. ¿Zapatero impartiendo doctrina por el ancho mundo? Lo de los 60.000 euros será verdad, sin duda, pero lo que no me creo es que dicte lecciones en foros reputados ni que entre sus alumnos se encuentre nadie con una mínima lectura. Será alguien que le debe favores, léase, Isidro Fainé (La Caixa) o Emilio Botín (Santander).

Porque al final le ocurre lo mismo que a Aznar. Presume orondo de ser profesor visitante de la muy jesuítica universidad norteamericana de Georgetown y resulta que luego me entero de que durante su mandato como presidente infló a dinero a dicho centro. Dinero público, naturalmente. Y me viene a la memoria la famosa Medalla de Honor del Congreso que intentaba colgarle, por precio, naturalmente, un muy acreditado y caro lobbyde influencia política en el entonces país de George W. Bush.

¡Mentiras, no!