Sin mamandurria, no hay paraíso

Sostienen los que conocen a Susana Díaz -no es mi caso- que se trata de una dama con gran futuro. Que sin haber demostrado nada -porque no lo ha hecho-, salvo ser una artista de la pista en eso del medro partidario, incluso existen quienes apuestan a que presentará su candidatura a las primarias de invierno del PSOE y las ganará. Y van más allá: alcanzará la Presidencial del Gobierno de España.

Me parece una apuesta arriesgada y prematura aunque sus gabinetes de imagen, dicen, trabajan a todo pasto y con pasta. El hecho cierto es que sentido común no le falta porque ha puesto coto vía decreto presidencial a una deriva altamente peligrosa de sus socios comunistas que todavía no se han enterado de que el Muro de Berlín (noche/madrugada del 9 de noviembre de 1989) fue derribado por el pueblo (pueblo llano) harto de paraísos vacuos sin pan y sin libertad. A partir de entonces, el mundo se hizo unipolar. Ello no quiere decir ni dice que todo lo que había al otro lado del check point Charliefuera perfecto y comestible.

La crisis del gobierno autónomo andaluz es grave (el único que no parece enterarse es el de Argamasilla de Alba) y refleja algo evidente: la entente socialcomunista en el territorio más depauperado de España no tiene salida salvo que los comunistas terminen pensando como viven, sobre todo, los Valderas&Cía que viajan, comen y dispendian a cuenta del contribuyente.

La cuestión, oiga, no es baladí. Los de Izquierda Unida viven en un mundo contradictorio y una cosa es ponerse la zamarra de las manifas-donde todo cabe, incluso los discursos fuera de la realidad, esperpénticos y bien atrabiliarios como ése de no pagar la deuda- y otra bien distinta dar espiga con grano.

No sé cómo terminará el quilombo, pero tengo información suficiente para afirmar que Diego y sus coches oficiales se aferran a la moqueta como percebe a la roca. ¡Natural!

La venta de burras ciegas sólo se compraya en lugares europeos como Andalucía donde las ciudades van por un lado y lo rural por otro.

Lo cual no quiere decir tampoco que el joven y arriesgado Juan Manuel Moreno Bonilla tenga la puerta de San Telmo franca y expedita.

¡Caelum sursum et terra desorsum et cor regum inscrutabil!