¡Qué actual es el viejo Quevedo!

El gran Francisco de Quevedo no muere. Por eso es un clásico inabarcable del Siglo de Oro. Se puede comprobar en el madrileño Teatro Nuevo Apolo donde ni el precio de las entradas distrae la atención de un público español ávido de diagnosticarse e incluso de autosicoanalizarse.

¡Quevedo, el eterno! El hombre de la sátira y la pluma afilada que incluso en aquellos tiempos de sátrapas, in extremis supo ingeniárselas para llamar a la Reina, coja. Don Francisco sufrió persecución y calenturas, of course, vilipendiado, calumniado y condenado. Pero subsiste seis siglos después, perennes.

Observo que hace desfilar por la escuela de los vicios personajes de la máxima actualidad y el público prorrumpe en un aplauso espontáneo, natural e incontenible cuando aparece el político y el banquero.

En una de sus sesiones pude contemplar a personajes famosos y relativamente famosos (entre ellos el nuevo director del diario El Mundo) que se sumó con entusiasmo ante la figura del banquero.

Uno, al final, no tiene más remedio que meditar y preguntarse si a la vista de lo denunciado por Quevedo casi 600 años antes y contemplar el actual panorama patrio tenemos los españoles algún arreglo.

Cabe el consuelo de que fuera -Francia, Italia, por ejemplo y sin ir más lejos- tampoco atan los perros con longaniza.