Un Gobierno abrasado y acampado

Me lo reconocía el propio Ruiz-Gallardón a finales del mes de junio: estamos abrasados. Se incluía el mismo. El ex ya está en la parrilla argentina a buen recaudo con su camisita y su coche oficial de la CAM.

Estos días el panorama patrio es realmente desolador: vorágine secesionista, ébola, Blesa, Excalibur, la economía otra vez emitiendo alarmas… La mejor noticia que se puede llevar uno a la boca es que, por fin, llueve. El propio Mariano Rajoy cree que le ha mirado un tuerto porque, en efecto, no sale de una y se mete en otra. ¡Hasta perdemos en fútbol con una gran potencia mundial como Eslovaquia!

Lo del ébola, con su inmensa carga emocional y su alarma ciudadana (un tanto exagerada, al decir de los científicos) ha venido a demostrar que no sólo hay que ser amigo del jefe para sentarse en la mesa del Consejo de Ministros. Hay que tener capacidad política, entender que un ministro es algo más que un señor que sabe algo de nada, y finalmente que responde a un proyecto ideológico e intelectual por encima de la coyuntura demoscópica.

Es verdad que en un mes, Rajoy se ha cargado a Ruiz-Gallardón y Ana Botella en un intento de metamorfosis por reencontrar el centro. El presidente ha intentado ofrecer una imagen de estabilidad frente al leviatán catalán y se esfuerza en encontrar consensos con su aliado Pedro Sánchez en temas que llegan al corazón del pueblo como la lucha contra la corrupción. Serenidad, sentido común y centrismo frente a los exabruptos (tan socorridos a derecha e izquierda) al objeto de recuperar a los abstencionistas propios que parecen haber abandonado al PP.

¿Con estos ingredientes puede aguantar un gobierno y el partido que lo sustenta,a los que parece haber mirado un tuerto? Yo no lo sé pero a su alrededor, es decir, en el seno del PP, se está consolidando una muy seria sensación de pesimismo e irreversibilidad que puede alumbrar un incierto amanecer y mandar al carajo todo el esfuerzo y aun el dolor de los últimos años. No se trata tampoco de dar más importancia electoral y social de laque tienen en sí mismos a los muy feroces reproches de la prensa conservadora ante las últimas decisiones que han soliviantado al sector más duro de la derecha. Al fin y al cabo son meros daños colaterales. Así lo entienden en Moncloa.

Lo que preocupa es que la ministra de Sanidad siga en su puesto. Entre otros.

Presidente, ¿por qué es tan difícil mandar a su casa a media docena de ministros? Utiliza los motoristas si no quieres pasar por el trago. ¡Es lo normal en todas las latitudes democráticas…!