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La noche en la que me encontré a Gallardón
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Graciano Palomo

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La noche en la que me encontré a Gallardón

El pasado jueves me topé en el siempre rugidor Ateneo de Madrid con don Alberto Ruiz-Gallardón que venía alegre y relajado a presentar un trabajo

Foto: Alberto Ruiz-Gallardón, en una foto de archivo. (Efe)
Alberto Ruiz-Gallardón, en una foto de archivo. (Efe)

El pasado jueves me topé en el siempre rugidor Ateneo de Madrid con don Alberto Ruiz-Gallardón que venía alegre y relajado a presentar un trabajo del colega bético Paco Velasco sobre la libertad de información y jueces.

Pese a esa imagen de estirado y zampalimosnas que algunos han sustanciado del exalcalde, expresidente de la CAM, exministro, exsecretario general, exdimitidor, es Ruiz-Gallardón persona leída que tiene un alto concepto de sí mismo cuya prepotencia rebaja reconociendo que ha sido capaz de darse su máxima ambición: ser el jefe del Gobierno de España.

Había por allí jueces de la Audiencia Nacional y fiscales del Tribunal Supremo, entre ellos Pedraz y Margarita Robles, que seguramente añora aquellos tiempos del bi-Belloch cuando se les escapó Luis Roldán y estuvo muchas semanas descojonándose de ellos con el capitán Khan.

El aquelarre me dio ocasión para decirle a la juez Teresa Palacios que muchos de sus colegas no son capaces de distinguir en rigor los géneros periodísticos y ni siquiera son capaces de consultar con aprovechamiento el diccionario de la RAE. ¡Son conscientes!

Lo sustancial de la noche fue el aparte que pude hacer con Gallardón, el consejero consultivo de la CAM (coche oficial, buen sueldo y aparato administrativo) que, creo yo, estará poco tiempo en esa mamandurria una vez haya ordenado su vida profesional para trabajar en el extranjero.

Dice estar feliz de haber abandonado el Gobierno y la política. Eso dice y en estos casos a don Alberto siempre hay que creerle lo justo. No hizo caso a Aznar cuando le pedía diera un golpe de mano contra Rajoy dentro del Gobierno y ahora me parece a un servidor que ya ha puesto el RIP en su lápida de ambiciones políticas.

-¡Ah!, y todo lo que dices en tu libro sobre El Brujo (Arriola) es verdad… ¡Y más!

La próxima vez te consulto, Alberto. ¡Lo juro! Pero no me mientas.

El pasado jueves me topé en el siempre rugidor Ateneo de Madrid con don Alberto Ruiz-Gallardón que venía alegre y relajado a presentar un trabajo del colega bético Paco Velasco sobre la libertad de información y jueces.

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