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Cuando Rajoy dejó de confiar en Torres Dulce
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Graciano Palomo

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Cuando Rajoy dejó de confiar en Torres Dulce

Puedo escribir y escribo que el Gobierno y el partido que le sustenta están hasta hartos del fiscal general. El asunto Gallardón es ahora asunto de Estado

Foto: Eduardo Torres-Dulce, Fiscal General del Estado. (Efe)
Eduardo Torres-Dulce, Fiscal General del Estado. (Efe)

Tengo para mí información y razones que me permiten escribir lo que sigue. El presidente del Gobierno sabía quién era Eduardo Torres-Dulce, un fiscal en ejercicio cinéfilo y madridista, íntimo amigo (que fue) de Alberto Ruiz-Gallardón (“no llego a fin de mes”) y compañero de promoción.

El “Rajoy style” no es un modelo precisamente de hacer muchas preguntas cuando un ministro le propone un nombre para cubrir un alto cargo del Estado. “Pasa” olímpicamente y confía en el criterio de su subordinado que, en cualquier caso, es el responsable del nombramiento. Es el caso de Eduardo Torres-Dulce, un funcionario del Estado educado, cultivado, pulcro y aseadito que me parece tiene en alta estima su función como guardián de la ley y de sus competencias. ¡Faltaría más!

Lo que puedo escribir y escribo es que el Gobierno y el partido que le sustenta están hasta el mismísimo legajo del fiscal general. El “asunto de Gallardón” ha pasadoa convertirse en un “asunto de Estado” especialmente con el quilombo catalán abierto en carnes y supurando abundantemente por esa herida.

“No controla a sus subordinados, le meten goles por todas las esquinas, se dedica más al famoseo y a los actos de sociedad que a estudiar los diversos asuntos que la actualidad pone encima de su mesa”, perora un alto cargo institucional que tiene disciplina partidaria en el Partido Popular.

Y continúa:

“Se olvida que si él está donde está es porque el PP ha ganado las elecciones y no puede creer que su alta magistratura es algo que le pertenece por derecho de nacimiento…”

Las reticencias de los fiscales catalanes, fuera de control, a presentar una querella contra el “gran felón” (Mariano dixit) será la penúltima gota que colme el vaso. Se trata de un asunto de “seguridad nacional…”.

Lo cierto es que tras la reforma del Estatuto Fiscal el Gobierno no puede cesarle. Se tienen que dar tres supuestos difíciles de sustanciar. Pero Torres-Dulce, consciente de que ya no goza de la confianza del Gobierno, está dispuesto a salir si le encuentran un acomodo digno y de postín. Nada fácil porque el puesto que podría resultarle interesante –el hueco que dejó Enrique López en el Tribunal Constitucional- ha sido ocupado ya por otro fiscal: Antonio Narváez.

Lo sucedido, por cierto, era anterior en el tiempo a las reticencias fiscales a empapelar a Mas. Ángel Acebes, es persona escasa en casi todo, pero está considerado por sus conmilitones como buena persona y, además, ha sido secretario general del partido, algo que imprime carácter. Se intentó saber de qué iba la llamada de Ruz a propósito de la compra de acciones de Libertad Digital (LD) y de la posición de la Fiscalía al respecto.

-Na, eso es nada, no tenéis de qué preocuparos… ¡Cosas de oficio!

Resultado: imputado.

Tengo para mí información y razones que me permiten escribir lo que sigue. El presidente del Gobierno sabía quién era Eduardo Torres-Dulce, un fiscal en ejercicio cinéfilo y madridista, íntimo amigo (que fue) de Alberto Ruiz-Gallardón (“no llego a fin de mes”) y compañero de promoción.

Alberto Ruiz-Gallardón Mariano Rajoy